Corría el 21 de junio de 1940 cuando la orgullosa Francia, país con uno de los mejores ejércitos de Europa durante la Segunda Guerra Mundial, colapsó y capituló ante el avance imparable de las unidades acorazadas alemanas. De nada sirvieron al país los cinco millones de hombres que habían sido movilizados al comienzo de la contienda. Tampoco la aparentemente impenetrable Línea Maginot (orgullo del ejército a pesar de representar una forma de combatir anticuada y basada en las defensas estáticas).
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