Cada comienzo de año me recuerda a aquel enero de 2002 cuando nos mudamos. Era la primera vez que vivíamos fuera de Estados Unidos y la experiencia nos abrió los ojos. Al principio casi ni sabíamos cómo pedir leche, pan o huevos. Pero nos encontramos con cosas muy positivas: un coste de vida bajo, un clima perfecto y las personas más amables y comprensivas del mundo.
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