Se trata de uno de los debates sociológicos recurrentes. Una parte de la sociedad generalmente ajena a un fenómeno achaca a ese mismo fenómeno un comportamiento antisocial. Ha pasado con los videojuegos, las series o las películas violentas, presuntamente culpables de que niños y adolescentes indefensos se conviertan en unas máquinas sedientas de sangre. Ahora le toca el turno a la pornografía. Sin embargo, las investigaciones no han hallado un vínculo claro entre el consumo de vídeos de sexo explícito y las agresiones sexuales.
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