Mi abuelo, Matías Gavín, se jubiló más cerca de los setenta que de los sesenta y cinco años porque, si no, apenas le llegaba para vivir. Aun así le redujeron la pensión (estábamos en pleno franquismo) por haber participado activamente en la huelga de 1917, que precisamente fue decisiva para lograr la jornada de ocho horas, las vacaciones pagadas y el llamado retiro obrero.
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