" ...simplemente que, por primera vez en su vida, tuvo la certeza de que hay un punto en el placer que puede obtener una hembra –habría que pedir disculpas por este término, pero era el único, maldita sea, que se le ocurría – en que a la reina se le escapa el cetro de las manos, en que se le mete por dentro sin remisión y la recorre y electriza de tal modo que de ninguna manera cabría pensar en un posible fingimiento por su parte."
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