Parece que últimamente sólo pudiésemos mostrar el afecto que sentimos hacia nuestras familias comprándoles el mejor de los regalos, o una serie de útiles quizá beneficiosos, pero muchas veces innecesarios. Pero es que no nos damos cuenta de que lo realmente importante no es mantener o no una costumbre que ha degenerado en el despilfarro más atroz, sino si acaso retornar a valores que priman la estancia en compañía, y el compartir aquellos momentos rodeados de quienes realmente aportan significado a gran parte de nuestra existencia.
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