La zona de la Cañada Real en Valdemingómez (Madrid), paisaje de chabolas y mugre, se ha convertido en las nuevas Barranquillas. Cientos de toxicómanos, sombras sin rostro, acuden a diario a por su maldito viaje a ninguna parte. En el medio, rodeado de jeringuillas, se mantiene un islote intacto, con forma de parroquia -Santo Domingo- y rebaño de voluntarios. Su última misión, inventarse una Navidad para los niños, la mayoría rumanos, que viven en las chabolas del Gallinero.
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