Los niños no están a salvo de la depresión. Los diagnósticos se pueden producir a edades tan tempranas como los tres años. Al ser pequeños, es importante detectarlo pronto, antes de que influya gravemente en el desarrollo del pequeño, dejando secuelas en la adolescencia y la edad adulta, aconsejan los expertos. Una investigación de la Universidad de Washington se ha centrado en la búsqueda de tratamientos para estos casos y ha concluido que el papel que deben tomar los padres es fundamental para la recuperación de sus hijos.
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