Eres grande tío. Con tu siete a la espalda, tus dos pendientes de pura roca como si no costaran y ese pelo engominado preparado de fiesta en el saque de cada falta. Colecciono todas sus poses. Me miro al espejo con el cuello de mi polo levantado al cielo de las tres mil viviendas y limpio mis circonitas para el gran baile del paseo diario.
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