Después de ocho o nueve meses de exhaustiva investigación que consistió en fisgonear en más de una treintena de casas, humildes, pijas [léase chetas o conchetas, no se me vengan arriba] y repijas. Y después de preguntar en carísimas tiendas de electrodomésticos llegué a la conclusión de que uno de los peores negocios del mundo es la venta de vitrocerámicas en Argentina.
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