Hay quien dice que el riesgo de ser sorprendido es comparable a una infidelidad o a cualquier otra práctica que conlleve cierto grado de prohibición. La razón es que la descarga de adrenalina genera, de manera momentánea, euforia, ímpetu y alegría de vivir a tutiplén. Y este es el motivo que atrapa a quienes, unos con descaro y otros casi de puntillas, se dejan ver mientras practican sexo. En solitario o en compañía. Unas veces en vivo y en directo, otras en diferido.
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