Una de las costumbres establecidas por Barack Obama en la presidencia es la de leer cada día diez cartas enviadas a la Casa Blanca por ciudadanos corrientes, con problemas comunes, es decir, enormes. Algunas de ellas las responde él mismo, con su puño y letra. Otras las pasa a sus ministros y colaboradores para que les den una contestación más precisa. Es una de las formas que Obama tiene de evitar el destructivo síndrome de ensimismamiento del poder.
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