Lo que más me aterra de esta guerra es la capacidad del poder para instilar opiniones y estados de ánimo en la población. Obviamente era consciente de esta capacidad, pero nunca hasta ahora había visto la máquina de propaganda y manipulación social funcionando a pleno rendimiento. Y quizá ni siquiera ahora esté a pleno rendimiento. La vilificación de Rusia me recuerda, en el ruedo español, a la reciente campaña de demonización de Catalunya y, antes de ella, Euskadi. La maquinaria mediática es capaz de generar en la población simpatías y odios.
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