Sí. Palabra de puta. Porque han sido condenadas al silencio. Porque lo que incomoda, lo que provoca un rechazo visceral, es la palabra de las putas. Aún más que su trabajo, con frecuenta oculto; más que su propia presencia en las áreas urbanas comerciales, o su cuerpo, ofrecido con una desinhibida seducción. Más que todo eso, su palabra. Por eso nunca fueron escuchadas durante los meses en los que se debatió en el Congreso de los diputados una propuesta legal que aspiraba a cancelar cualquier lugar donde pudieran ejercer su trabajo.
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