El Papa Francisco, que antes de su viaje a Río había declarado que no le gustaban las entrevistas, y que en el vuelo de ida se limitó a charlar informalmente con cada periodista que le acompañaba desde Roma, en el vuelo de vuelta se ofreció para responder preguntas no pactadas ni limitadas, abiertas, durante una hora y 20 minutos, un acontecimiento absolutamente novedoso e insólito.
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