Pascual Carrión Guardiola decidió que los planes urbanísticos del Ayuntamiento de Jumilla –más de 80.000 viviendas nuevas para un pueblo que hoy apenas cuenta con 9.000– eran de poco fiar. Sabía que no habría agua para todos y no terminó de creerse las promesas de la empresa: “Me ofreció muchísimo dinero por las tierras. Pero… de mis 30 hectáreas, diez están en medio del plan parcial y esas no me importaba dejarlas; pero las otras 20, que estaban fuera de la urbanización, ¿para qué las querían?”.
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