En el Bajo Imperio Romano, a mediados del siglo IV d.C., hubo un delegado imperial con un carácter tan despótico, cruel y represor que no sólo se ganó el apodo ad hoc con que ha pasado a la Historia sino que, además, enviado a Britania para acabar con los opositores, llevó a cabo esa misión con tal brutalidad que desestabilizó la autoridad en la provincia facilitando, a decir de algunos historiadores, que pictos y escotos la invadieran y saquearan precipitando el fin de la dominación romana. Hablamos de Paulo Catena.
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