Durante dos años y medio, el joven doctor Luis Fuertes se preparó en el extranjero y España para ponerse al frente de la máquina para el cáncer que la Consejería de Sanidad de Madrid había apodado como “el pepino”, un costoso aparato de nueve millones que había donado el multimillonario Amancio Ortega. Fuertes era la persona mejor formada del país en esta tecnología cuando llegó el gran día de su presentación.[...] Cuando llegó la hora de la verdad, la jefa del servicio, Rosa Morera, relevó a Fuertes para poner al frente a “su mano derecha”.
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