En el imaginario latinoamericano, la respuesta parece reducirse a una fiesta inolvidable acompañada de un banquete con servicio de fotografía y video, música en vivo, limusina y todo aquello para que la festejada sea el centro de atención. [...] Al margen de las distintas lecturas críticas que desvelan el machismo que se circunscribe a los elementos simbólicos del festejo, la realidad económica de un sinfín de familias detrás de una fiesta cuya opulencia es siempre deseable, contrasta con su día a día.
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