A partir del control militar de Georgia y del Cáucaso, Moscú se posiciona claramente en tres escenarios: El control del estratégico oleoducto Bakú-Tiflis-Ceyhan (BTC), una negociación por separado con Alemania y Francia que produce una fisura en las relaciones USA-UE con el petróleo del Caspio como protagonista, y el envío de una clara advertencia (especialmente para Ucrania, Polonia y Rep. Checa) de que Moscú puede extender la lección de Georgia a otros enclaves pro-EEUU del espacio postsoviético.
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