A menudo, se piensa que las creencias, las supersticiones y determinadas tradiciones (asentadas en las anteriores) son inofensivas, incapaces de hacer daño a nadie. La realidad, sin embargo, es bien distinta. Muchas creencias contrarias a la razón, lejos de ser inocuas, provocan daños a las personas (ya sean físicos o psicológicos) llegando hasta el punto de causar muertes.
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