La pérdida de un ser querido puede complicar las matemáticas familiares. Cuando mi hijo estaba en tercer grado, fui a su escuela par ver un concierto antes del Día de Acción de Gracias. Encontré una silla plegable al lado de otro de los padres, un hombre que reía a la menor provocación. Hablamos de cosas sin importancia y buscamos con la mirada entre las cabezas frente a nosotros para encontrar a nuestros hijos, tímidos e incómodos, sobre el escenario. En algún momento le pregunté: “¿Tienes más o es tu único hijo?”.
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