David Lukoff se tomó un ácido por primera vez en su vida. Estaba en San Francisco, epicentro contracultural. Había llegado hasta allí haciendo autoestop después de abandonar, con veintitrés años, sus estudios de doctorado en Harvard. Era 1971. Cuatro días después, al despertar, se miró en el espejo y comprobó que su mano derecha estaba en la posición clásica del budismo de la mudra. Justo en ese instante sintió que era la reencarnación de Buda. Y también la de Jesús. ¿Qué le pasaba en la cabeza?
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