Los vecinos descubrieron que estaba escriturada de 1964 cuando la diócesis dejó en la calle a una familia con dificultades económicas que estaba arreglando el edificio para alquilarlo. Un acto de generosidad y solidaridad de la parroquia de Coya permitió que los vecinos de esta pequeña localidad de Piloña descubrieran que la Iglesia asturiana había puesto a su nombre la casa parroquial que ellos habían levantado y conservado con sus propias manos y con sus donativos.
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