Le pasa a algunos monumentos o edificios: además de la importancia artística que pueden poseer, se han convertido en testigos mudos (cuando no en protagonistas) de la historia que se desarrolló a su alrededor. Han quedado así como una especie de emblemas o hitos de otros tiempos, desde los cuales es fácil (y casi obligatorio) evocar el pasado. Y eso es lo que le sucede precisamente a la Puerta de Brandenburgo, en Berlín.
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