Que se acabe el mundo en 2012. Que se acabe, rotundamente sí. Desde detrás de estas líneas defiendo a capa y espada el final de ciclo del que tanto se habla y se hablará en meses sucesivos. Si lo anuncia Nostradamus, lo documentan los científicos y lo corroboran los desastres naturales acontecidos y agravados en los últimos tiempos tiene que ser necesariamente cierto. Por fuerza. Por ciencia. Y no voy a ser yo quien pretenda ir en contra de astrónomos, físicos, visionarios y pensadores. Es más, por mí correcto.
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