Aunque ahora esté muy generalizada, la importación de videojuegos no es algo nuevo. Ya desde las primeras generaciones de consolas (e incluso con los micro-ordenadores que nos robaron el corazón) era una práctica que, si bien no tenía tantos adeptos como en estos momentos, era bastante habitual, teniendo además una motivación diferente a la de ahorrar, la de acceder a juegos que de otro modo no se podrían jugar.
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