Rosario, dinamitera, sobre tu mano bonita celaba la dinamita, sus atributos de fiera. Nadie al mirarla creyera, que había en su corazón, una desesperación de cristales, de metralla ansiosa de una batalla, sedienta de una explosión. Así comienza el poema que dedicó Miguel Hernández a esta miliciana que luchó en el norte de Madrid durante la guerra civil española. Una joven con una vida trepidante. Os invito a conocerla.
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