La descarada agresión de los poderes económicos contra la sociedad exige una respuesta urgente. Sin embargo, la debilidad actual de los sindicatos y la ineficacia de una clase política, han roto los puentes de la representación política. En estas circunstancias, el instinto de supervivencia y el sentido de la dignidad están llamando cada vez con más insistencia a la rebelión civil. Queda, todavía, una penúltima opción: el sabotaje.
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