En cuestión de semanas James Holman se quedó sólo, casi completamente paralizado y ciego. Tenía apenas 25 años de edad [...] En cuanto sus adoloridos huesos se lo permitieron, se levantó de su lecho y empezó a aventurarse solo, aprendiendo a navegar por calles de Londres, guiándose siempre con la punta metálica de su largo bastón. A dondequiera que iba, siempre se presentaba con su impecable uniforme azul de Teniente de la Marina Real, y como parte de un pequeño capricho o vanidad, siempre se negó a usar la venda sobre sus ojos.
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