El conocimiento, las técnicas y los medios con los que veníamos afrontando el riesgo de incendio y abordando su extinción han quedado del todo obsoletos. Nos enfrentamos a un nuevo enemigo, mucho mayor, ante el que necesitamos, no solo nuevas herramientas, sino una nueva cultura. Buena prueba de ese cambio de proporciones serían los graves incendios de los últimos años en Australia, Chile y Portugal, los de esta misma primavera en Canadá o los ocurridos en 2022 en España, que calcinaron más de 300.000 hectáreas.
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