Apenas se llevan dos años de diferencia y fueron íntimas. Ambas tienen tres hijos cada una y sus padres –generales de la fuerza aérea chilena– compartieron entre sí el don de la amistad. Las dos vivieron su infancia en el mismo barrio, en casas idénticas, bajo los mismos árboles, separadas apenas por el cruce de la calle. Pero la dictadura de Pinochet quebró el destino común de sus familias y los militares terminaron en veredas opuestas. Uno murió torturado.
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