(...) Pero además de esto, otra cosa había cambiado a partir de los años ochenta. Por un lado, llegó un momento en que el Estado de bienestar no podía mejorar mucho más a un precio decente -y el margen para el intercambio político era bajo. Pero sobre todo, la gente comenzaba a hacerse mayor y a tener menos hijos. El envejecimiento progresivo de la población se tradujo en un aumento del número de gente que cobraba beneficios del Estado de Bienestar y una reducción de los que pagaban impuestos (...)
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