Por fin pasó esa celebración de la autocomplacencia que responde al nombre de los Goya. Ya se han renovado los votos anuales con los que nuestra pujante cinematografía proclama a los cuatro vientos su actitud comprometida, reivindicativa y amante de la justicia. Ya nos han reconvenido por no saber apreciar sus loables esfuerzos creativos para traer luz a nuestra cada vez más gris realidad. Ya se han lamentado de los problemas que tienen para financiarse por lo malvada que es la autoridad (aquí tal vez podríamos llegar a un principio de acuerdo)
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