A principios de julio, Steven Pinker afrontó una tormenta (casi) perfecta. Cientos de colegas lingüistas lo atacaron a través de una carta abierta por seis tuits y un pasaje de uno de sus libros. Buscaron repudiarlo, aislarlo y, en pleno auge de la "cultura de la cancelación", "cancelarlo" como figura pública. Pero el catedrático sobrevivió. Más aún, el ataque resultó contraproducente porque cientos más de figuras fulgurantes salieron en su defensa y en defensa misma de la IIustración...
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