El PCI era —escribía Pasolini— "un país limpio en un país sucio, un país honrado en un país inmoral, un país inteligente en un país idiota, un país culto en un país ignorante, un país humanista en un país consumista". En suma, una contrasociedad; la demostración fehaciente de que otra Italia, otro mundo, eran posibles. En Portugal, Francia o Grecia, el ideal cumplido de una moral espartana, austera, desapegada de las prebendas del poder, se contaba asimismo entre los argumentos que proporcionaban éxitos a los partidos comunistas.
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