Los callejones de Albarracín consiguen que la sensación de encierro se haga placentera. La falta de espacio hizo que sus viviendas se tuvieran que construir como toscos rascacielos de barro y madera. Ahora las fachadas se comban hasta que los aleros de los tejados parece que se fuesen a tocar. Pero en lugar de miedo al derrumbe, uno se siente perfectamente seguro en este escenario de fantasía.
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* fatos, chibosos y muditos, esta tierra es Aragón
Hemos estado 11 días fantásticos de cultura y naturaleza. Inolvidables los frescos prehistóricos entre el rodeno, o los ríos de piedra de Orihuela del Tremedal, o la berrea al anochecer (y su peligro conduciendo), o disfrutando de la temporada de setas y del ternasco.
Y como siempre, desde hace décadas, no dejando mínima huella de nuestro paso.
No molestaré, lo prometo.
Un abrazo buitreman!