Cuando somos pequeños, cada cumpleaños parece estar a un siglo de distancia. Sin embargo, a medida que crecemos y envejecemos el tiempo parece acelerarse y cada año “transcurre” más deprisa que el anterior, es decir, cambia nuestra percepción del tiempo. Experimentos han demostrado que, en efecto, nuestra forma de percibir el tiempo se altera con la edad pero no han servido para hallar la explicación. Esta percepción subjetiva está influenciada por muchos factores, tanto circunstanciales como fisiológicos; a continuación, los comentamos.
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