[c&p] Sus viejos y gruesos muros de piedra esconden su historia, fiel testigo de multitud de recuerdos, de tratos de negocios, de ratos de ocio, de meriendas y de risas a lo largo de sus cien años de historia. Pero, un siglo después, el Txakoli Abasolo, el último que queda en las faldas de Artxanda, sirve sus últimos y más amargos tragos. Las máquinas se lo llevarán en las próximas semanas para, en su lugar, levantar un bloque de pisos.
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