El sonido del arpa, como queriendo simular el batir de las olas, acompaña la voz feérica y un tanto quejumbrosa de la soprano, acercándonos a la orilla del mar, a un terreno atlántico entre peñascos de soledad y tristeza, creando esa atmósfera algo decadente de extraña belleza, donde un espíritu romántico se encuentra alejado de las maquinaciones prosaicas y de las despiadadas tramas que conforman la existencia mundana…
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