Hay gente que encuentra divertida la disonancia entre las expectativas de hace tres décadas y la realidad más prosaica de nuestros días y le refuerza en su desdén hacia la mitificación del progreso científico y tecnológico que es signo distintivo de nuestra civilización industrial; mientras que a algunas personas les ofende esa muestra de desencanto con la tecnología y el mito del progreso subyacente a nuestra sociedad actual.
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