Casi todas las mujeres hemos vivido esta situación: llegan el verano, los vestidos, las camisetas y, con ellos, los sujetadores sin tirantes que, pasadas las horas (a veces sólo los minutos) se acaban cayendo. Además, también casi todas nos hemos visto alguna vez frente al espejo descubriendo que la mejor sujeción que se ha podido inventar nunca son nuestras propias manos...
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