Las visitas a los sitios inusuales y gigantescos, como el gigantesco buque portacontenedores Maersk Ohio, de 292 metros de eslora, tienen su encanto. Yo al menos lo encuentro fascinante por dos razones: la primera, la ingeniería del coloso, unas construcciones titánicas –nunca mejor dicho– cuyas dimensiones se nos escapan a menos que tengas oportunidad de haber estado allí (quien haya estado en un crucero moderno sabrá de lo que hablo). La otra es el encanto de la vida en aislamiento y semi-soledad, en este caso en mitad de alta mar.
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