Desde 2001, la lucha contra el terrorismo islamista ha sido incapaz de ver el elefante en la habitación; tratando los síntomas y olvidando la enfermedad. Se dejó al terrorismo crecer al tiempo que se ignoraban sus raíces. Ahora, otra nueva generación de adultos adoctrinados creen y apoyan la violencia salafista. Lo que es peor, los wahabistas están acelerando el lavado de cerebros en oriente y occidente en la madrazas financiadas. En vez de invadir y reventar Jihadi Johns, más habría valido la pena haber ido a la raíz: la educación wahabista.
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