Giuseppe Meazza, posiblemente el mejor jugador italiano de todos los tiempos, era en 1926 un chaval de 16 años extremadamente delgado que ya jugaba en el Inter y al que el entrenador, el húngaro y ex futbolista ‘nerazzuro’ Arpad Weisz, no quitaba ojo conquistado por su en enorme calidad. Suya fue la idea de hacerle ganar peso a Meazza a base de filetes. Sabía que estaba ante un talento jamás visto. El entrenador húngaro, que revolucionó el fútbol por ser el primero en quitarse el traje y la corbata y vestirse de corto para bajar al césped a tra
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