Cuando yo fui niño, los propios padres el primer día que te llevaban a la escuela le decían al maestro "si se porta mal, péguele". No fue mi caso, pero era lo habitual.
Había niños que, si el maestro les pegaba y lo contaban en casa, encima les castigaban: "algo habrás hecho"
Tuve un maestro que daba guantazos con facilidad, bastaba con que no supieras responder o respondieras erróneamente la pregunta que te formulaba sobre la lección del día. Y otro profesor en segunda enseñanza que solía agarrar a los niños de las patillas y elevarlos un palmo del suelo.
Había mucho maestro cabrón pero también había otros que eran bellísimas personas.
Pero yo nunca tuve ningún complejo o trauma por ese motivo. El secreto consiste en reconocer y despreciar al cabrón, y reconocer y apreciar al bueno.
Esto es un no parar. Anteayer Toumani Diabaté, hoy Mayall... Se nos están yendo los mejores músicos