La situación es jodida pero toca elegir, alguien tendrá que ponerle el cascabel al gato.
Hay que optar entre que se mueran los que de todas formas iban a palmar en cuatro meses.....o el fin de la civilización tal y como la conocemos.
El mundo se encamina a un colapso brutal de consecuencias incalculables debido a un bicho que ha venido a quedarse entre nosotros.
El 99% de los que acaban palmando son personas sin esperanza ni calidad de vida, personas que de todas formas iban a acabar palmando mas pronto que tarde...también hay un pequeño porcentaje de gente "sana" que sucumbe, pero muchísimos menos que los "sanos" que sucumben de un día pa otro debido a mil enfermedades o accidentes.
Hay que tirar palante, al que le toque lo tocó, mala suerte....a otros les cae una maceta en la cabeza y no tenemos que ir todos con casco.
Lo que no puede ser es que por pretender salvar a cuarenta mil, acaben muriendo de hambre y miserias cuarenta millones.
#4#10 si os creeis que decir una gilipollez que le ha jodido la vida a una familia, UNA familia (que para nada digo que esté bien, y espero que pague por ello) es menos grave que cuarenta años de saqueo de dinero público, quien tiene un serio problema de ética y convivencia sois vosotros.
#32 efectivamente, no todo es blanco o negro. Pero en realidad, no es así. Y ya está. Si tus bromas de mal gusto son de izquierdas, condena al canto. Si son de derechas, son cosas de niños.
Y no es Casandra, son muchos casos más. Strawberry, tuiteros, titiriteros, y todo aquel que sea de izquierdas y tenga un poquito de difusión.
Esto se les está yendo de las manos totalmente.
Y añado: cuántos genocidas franquistas han sido encarcelados??? Cuántas fundaciones de apoyo a ex etarras?
Cuántos tuiteros han sido condenados por expresarse SIN MATAR A NADIE??? Gracias
#8#9 la prostitución no es una "opción laboral" que asuma una persona en libertad, teniendo alternativas de vida que le garanticen una dignidad de subsistencia para sí mismas y sus familias. Está comprobado que habiendo alternativas y persiguiendo a los que se benefician de la prostitución de mujeres (puteros, proxenetas y mafias), se puede acabar con este problema. Ese es el modelo abolicionista, que supera tanto a la prohibición como a la regulación, y que funciona en países como Suecia o Islandia.
Con la regularización hay un problema, y es que en ningún caso se mejora la vida de las mujeres prostituidas. Al margen de discursos buenrollistas, la regularización potencia directamente la exclavitud sexual y la trata de blancas, a través de la ley de la oferta y la demanda. Al regularizar, normalizamos y legitimamos lo que es un acto de subordinación y una relación sexual donde una parte no ejerce en libertad de condiciones, porque necesita el dinero y ha llegado a esa situación tras una serie de injusticias (abusos, drogadicción, pobreza extrema, familia con necesidades graves, etc). Al aumentar la demanda aumenta la oferta, que obviamente van a suministrar las mafias y todos los que se lucran con este negocio.
Se dice que "la prostitución existe desde siempre", pero también existieron siempre las violaciones, los asesinatos, la explotación de unos seres humanos por otros, pero dichos actos finalmente se han logrado abolir y hoy día son ilegales. La esclavitud se abolió hace pocas décadas y aún así quedan reductos que la Ley permite, pero no por ello los vamos a asumir como necesarios en la sociedad.
#15#16 vamos a ver, la distancia de seguridad está suempre supeditada ala velocidad a la que circulas, pero en este caso, la que se tiene que adaptar es la velocidad, no la distancia de seguridad.
La niebla te da una distancia de visibilidad, y, respecto a esa distancia de visibilidad, debes adecuar tu velocidad a la distancia de visibilidad de la que dispones.
Con lo cual el problema real viene de la velocidad a la que circulas, y no de la distancia de seguridad que lleves. Puesto que si tú llevas una distancia de seguridad suficiente con el vehículo que te precede, pero dicho vehículo lleva una velocidad inadecuada, estás perdido igualmente.
Salvador Sostres os avisó, pero no le hicisteis caso:
Una chica de 38 años, Teresa Farriol, ha muerto de sobre esfuerzo mientras participaba en la ultramaratón Cavalls del Vent, que consiste en cubrir una distancia de 84 kilómetros en menos de 24 horas. La prueba tiene lugar en el parque natural de Cadí-Moixeró, con un desnivel positivo de 6.000 metros.
Más allá de lamentar la trágica noticia, y de acompañar en el sentimiento a los familiares de la víctima, tendríamos que reflexionar sobre lo que significa poner en riesgo nuestras vidas de un modo tan gratuito. Hay un prestigio, siniestro y ridículo, que tienen las pruebas deportivas. Pero el ciclismo, las maratones y las ultramaratones, el motociclismo, etcétera, son absurdos modos de poner nuestras vidas en peligro mucho más que comer productos grasos, grandes embutidos, fumar o beber ginebra o whisky.
Detesto la hipocresía social de criminalizar los grandes placeres y de glorificar esperpénticos ejercicios de esta terrible vanidad que es el culto al cuerpo, tan despreciable intelectualmente, y tan estéril. Las normas de lo políticamente correcto las dictan siempre capados e impotentes, seres sumidos en una profunda infelicidad que pretenden que todos estemos tan tristes como ellos para que así les resulte más llevadera su miseria, y ninguna comparación les hiera.
Esta chica no ha muerto: se ha matado. La prueba deportiva en la que participaba tiene mucho más de muerte que de vida y es un desprecio minucioso y exhaustivo de los dones de la Creación. La vida no es un regalo, es un don. Y tenemos no el derecho sino el deber de estar a altura de las circunstancias y de intentar hacer de ella algo pletórico y generoso.
Organizar salvajadas como las del Cavalls del Vent con la complicidad silenciosa de tanta gente, dice muy poco de nuestra Humanidad y de nuestra sensatez. Es espantoso y deprimente vivir entre bárbaros tan dispuestos a acabar con todo: empezando por la misma vida, poniéndola tan grotescamente en riesgo.
Tener que recorrer 84 kilómetros en 24 horas es una locura y al que se le ocurrió habría que decirle algo. Lo sorprendente no es que Teresa haya fallecido, sino que los demás hayan completado la cosa sin perecer como ella. Tendríamos que ser más serios y más profundos, renunciar a tanta demagogia para detectar mejor el peligro y dejar se legislar a golpe de prejuicios y hacerlo en favor del más elemental sentido de la supervivencia y en pro de la conservación de la especie.
La noche del sábado, a partir de las 23:00, estuvo prohibido comprar una botella de vino, de whisky o de ginebra, la misma hora y la misma noche en que Teresa corría por la montaña bajo una tormenta de agua nieve, con 6.000 metros de desnivel, y moría de sobre esfuerzo en el kilómetro 50.
Ya me irás diciendo lo que te parecen el resto de libros.