Iker Jiménez no fue más que un aprendiz de Jiménez del Oso que nunca consiguió licenciarse. No pasaba del 2.5 en vergüenza y 1.5 en rigor en el momento más brillante de su carrera de pirati de Hacendado. Después se dio a la temporada de cebo en campiña, se compró tres trajes dos tallas menos para mimetizarse más con el nuevo fascismo zeppelin y aprovechó la pandemia de subnormales que asola el mundo para hacer poses y opinar como un cuñado en formato café tertulia.