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El problema de estas @cosas, claro, es que son apuestas arriesgadas. Si el nombre te permite un "revamp" no sólo estético, sino filosófico, tan grande como para que buena parte de la gente abandone el barco y aún y así sobrevivir, oye, ole tus cojones, aunque lo que hagas no sea para mí. Pero puede que la apuesta no salga y el que la ha hecho se quede mirándose al espejo con cara de tonto e intentando explicarse qué ha pasado, qué puede haber salido mal………

(@sigue)Hubo muchas protestas, no sólo nuestras, de todo el mundo que la apreciaba como era antes, muchas quejas en redes sociales, en valoraciones de TripAdvisor, pero pronto me di cuenta de que al dueño no le iba a importar ni nuestras quejas ni tan siquiera que no volviéramos: lo que buscaba era un cambio de clientela. Con el nombre que le habíamos dado (los clientes hablábamos maravillas, traíamos a gente nueva…) tenía suficiente como para reabrir como otra cosa, manteniendo el nombre, y tener éxito pasando de nosotros, con un negocio que le diera más dinero trabajando menos. Es decir: estaba cambiando el tipo de "target", el tipo de gente al que iba dirigido el local, a un cliente con más poder adquisitivo y más "selecto", no tan hippilongo.

Naturalemente, dejamos de ir, ya no era nuestro estilo ni la comida de nuestro gusto. El tipo consiguió lo que buscaba, tener éxito con el nuevo formato, y nosotros encontramos otro bar más acorde con nuestros gustos.

Y ya.

Después de leer un rato para ver que es lo que había pasado, la situación me ha recordado a algo que me pasó hace un tiempo:

Hace unos años iba con los colegas, los findes, a una tasca chiquitilla, no muy lejos de casa, hecha como a retales, cada mesa, cada silla, cada plato, cada vaso… de un padre y una madre diferentes, con cuadros antiguos y muñecas descabezadas colgando de las paredes, pero el ambiente era fenomenal, el vermú, casero, y las tapas abundantes y baratas, tortillas de diferentes cosas espectaculares y hechas al momento, igual que el resto de cosas. Estuvimos disfrutando de ella muchos años, a pesar de que, por ser un sitio pequeño, estuviera de bote en bote, fuera difícil encontrar una mesa libre, o pedir en la barra…

Un día la cerraron por reformas, pensamos que para pintarla y arreglar los desconchones, que ya lo necesitaba.

En la reapertura, a la que acudíamos ilusionados, la sorpresa fue mayúscula: toda la cutrez que le daba ese encanto tan especial, fuera. En su lugar, mesas estándar de sitio pijo, vajilla normalizada, cuqui pero vulgar al mismo tiempo, normas para pedir e impedir las aglomeraciones y, lo peor, tapas pequeñas y caras (@sigue)

¿Os acordáis de "La lista de Schindler", la escena en la que el jefe de campo, Amon Göth, castiga a uno que quiso escaparse? No lo mata a él, mata los 10 que tenía alrededor. Israel hace parecido, con la diferencia de que ellos también matan al del centro: para matarlo a él, matan a los 100 que hay alrededor.

Israel se ha convertido en los nazis.