#12 Ah. En ese caso voy a ver ahora mismo las ilustraciones de los capítulos que ya he leído. ¡Gracias!
A pesar de detestar la vida militar y mantener incólume mi apreciación de intelectual acerca de la necedad dogmática con que se manejan las convicciones de los castrenses, conservaba mi capacidad de adaptación para hacer llevadera la situación de convivir como un elemento o engranaje más de este bizarro orden. Mi grado de Cabo del Ejército peruano me confería cierto poder además de algunas ventajas y licencias. De manera rotativa era nombrado cabo de rancho, que en buen castellano significa cabo a cargo de la cuadrilla de soldados encargados de ayudar al cocinero con los insumos alimenticios (pelar papas, picar carne, cebollas y servir los alimentos a la tropa) En definitiva, me permitía comer muy bien. Mi flamante ascenso también me brindaba la posibilidad de estar al mando de una decena de soldados que periódicamente eran destacados para resguardar un pool de vehículos ubicado a varios Kilómetros de distancia donde la única autoridad era el cabo asignado durante toda la jornada -por las noches venía un suboficial o técnico destacado pero sólo para dormir- lo cual facilitaba que mis soldados y yo sedujéramos a las alumnas de un colegio nocturno situado al frente del pool, casi todas ellas de origen provinciano, empleadas domésticas que se deslumbraban con nuestros uniformes, algo que resultaba fácil de lograr y sacar provecho de ello.Allá fumábamos marihuana casi todo el día, nos entreteníamos practicando tiro al blanco con las municiones que previamente hurtábamos de nuestro cuartel o dábamos vueltas en los lujosos carros por todo el perímetro del pool de vehículos; eso era darnos “la gran vida”. Yo solía hacerme de un tiempo para decorar nuestras habitaciones dibujando en las paredes mujeres desnudas con un magnífico acabado artístico. En el cuartel, en cambio, hacía guardia en puestos muy cómodos, incluso disponía de un teléfono y otras franquicias, por ejemplo, a los sargentos de guardia les daban un trato especial a la hora de servirles la comida. También mi habilidad para jugar al fulbito y mi virtuosismo para tocar la guitarra me hacían acreedor de beneplácitos y familiaridades poco ortodoxos. Asumo que no estaba a gusto con mi libertad condicionada y mi amordazamiento a la hora de discernir, pero la pasaba lo mejor que se podía, aunque mi problema con las drogas me acarreaba inconvenientes… era común que mis salidas de franco se vieran truncadas.Pese a ello, al ser considerado eficaz al dirigir las prácticas de orden cerrado, seis meses más tarde, al cumplir un año en la milicia, todos mis compañeros que tenían quinto año de educación fueron dados de baja, tal como lo estipulaba la ley y nos quedamos los que no habíamos alcanzado este grado de instrucción escolar. Llegaron nuevos reclutas. Hubo ascensos a sargentos y yo ocupé el primer puesto en uno de ellos, así fue que por mérito y antigüedad, pasé a Sargento Segundo con mayor autoridad. Entre otras cosas, se me concedió la función de comandar las formaciones y asignar a quienes harían las guardias y en qué puesto, así como la dirección de la guardia de élite que resguardaba las oficinas del Ministerio de Guerra y a la mismísima oficina del Ministro. Esta guardia de élite estaba conformada por soldados con cierto grado de educación y buen porte militar pues debían interactuar con oficiales de alto mando, empleados y público civil en general. Yo era la máxima autoridad operativa, dependiendo directamente de un técnico de primera que no era nada más y nada menos que el mismo que, por acompañarlo como guitarrista mientras cantaba, me permitía fumar marihuana delante de él. Dos sargentos de mi entorno en quienes confiaba, el técnico y yo nos comunicábamos a través de unos radios “walkie talkie” de frecuencia cerrada que nos permitían entablar conversaciones disparatadas y alucinantes con la anuencia del técnico. Nos drogábamos y dábamos comienzo a las pláticas adoptando identidades y situaciones imaginarias; de pronto éramos seres del espacio o guerreros míticos o guardianes de mundos de fantasía. Toda esta parafernalia mitomaníaca nos venía de maravillas pues como solíamos decir: “Nos cagábamos en el Ejercito”.Una tarde recibí una llamada telefónica de Betsy, la niña con quien había compartido las mentadas sesiones sexuales en el entorno de “los diferentes”, mi enamorada de aquél período no tan lejano de mi vida. Al estar cumpliendo la función de sargento de guardia, le pedí que me visitara durante la noche en una de las cuatro puertas de acceso al Ministerio. Yo era el responsable de asignar los destinos de los hombres a mi cargo y haciendo uso de la autoridad correspondiente para determinar el puesto de cada uno, dejé la central de la guardia y me auto destiné para ocupar el puesto en la puerta indicada. Tal como lo planeamos, Betsy llegó a la cita puntualmente, pero se sintió incómoda al ver que estaba acompañado por dos soldados más conseguí tranquilizarla y convencerla de que bajáramos al baño subterráneo, llevaba tiempo de abstinencia y no iba a dejar pasar la oportunidad que se me presentaba. Ya a solas en el reducido lugar, dimos rienda suelta a nuestros instintos amatorios en una apasionada sesión de sexo, parados y a medio vestir. Ni bien terminamos le pedí que se subiera el pantalón y subiéramos, pero ella, vuelta a manifestarme que le daba vergüenza encontrarse con los dos soldados que, evidentemente, estaban al tanto de lo que habíamos hecho. Me armé de paciencia y le expliqué que eran mis subordinados y que además no la verían nunca más y jamás sabrían quién era ella; finalmente se persuadió y subimos hacia la garita de guardia. Mi amiga, más relajada, nos convidó cigarros a los tres, me regaló un par de cajetillas, intercambiamos unas palabras y seguidamente se fue. Yo era un militar relativamente eficiente y comprometido con mi realidad castrense pero en el fondo seguía siendo el rebelde de siempre, capaz de pasar por encima del orden establecido que imponía el Ejercito Peruano.Llevaba casi tres meses de ostentar mi grado de Sargento Segundo cuando otro sargento me puso al tanto de que unos soldados habían hecho llegar pasta básica de cocaína por lo que nuevamente, a mi antojo, me auto designé para hacer guardia en una puerta junto al sargento que me pasó el dato y los tres hombres poseedores de la droga; estuvimos fumando hasta que se acabó la ración; no tardó en llegar la angustia, ese estado anímico en que te sumerge el consumo de dicho narcótico.Al culminar el horario de nuestra guardia vinieron nuestros relevos y nos fuimos, yo a la caseta de la guardia central y los demás a la cuadra a dormir, un modo de decir pues este alcaloide te crea también insomnio.Cuando terminé de hacer lo que tenía que hacer en la guardia, me dirigí hacia la cuadra y para mi sorpresa hallé recostado en mi cama al sargento que fuera cómplice de nuestro reciente “vuelo”. Ni bien me vio dijo:-Mi Sargento, acompáñeme a la cuadra del fondo que allí tengo algo para usted.Casi sin pensarlo le seguí: Si era “pasta”, seguiríamos y si era marihuana, mitigaría mi ansiedad y podría dormir.Llegamos a la cuadra del fondo donde se encontraban seis soldados en completo silencio, sentados en dos camas y amparados por una oscuridad total. Me ofrecieron una taza de metal que contenía licor mezclado con bebida gaseosa y un puñadito de pastillas que tragué de una, al rato sentí mis manos adormecidas y un hormigueo en todo el cuerpo. Inesperadamente se prendió la luz y pude ver que, de pie ante la puerta, estaba un teniente asimilado al que le había tocado hacer guardia nocturna. El teniente no era de nuestro cuartel, debía ser un odontólogo o abogado asimilado de los tantos que cubrían las guardias nocturnas y por tanto no nos conocía a muchos de nosotros, sólo reconoció a un cabo y a él se dirigió, pero al ver nuestro estado y notar que aun teníamos los F.A.L. con las cacerinas puestas, su miedo fue notorio; le ordenó al cabo que preparara una lista con los nombres de todos los presentes y que se la alcanzara. Quien realmente estaba en problemas era yo ya que siendo el Sargento Segundo de más jerarquía en el cuartel, figuraba como partícipe de tamaña falta disciplinaria por lo que tuve que armarme de valor y portando la lista fui a su puesto de guardia. Ingresé y me cuadré a la manera castrense saludando al teniente con una enérgica venia militar. El oficial me preguntó cuál era el motivo de mi visita. -Soy el Sargento Segundo Vicente Oswaldo Mejía Chumpitaz, el de mayor jerarquía entre los que hemos estado tomando licor en la cuadra- le respondí con fingida serenidad.-¡Puta que eres conchudo todavía! ¿Y qué quieres ahora? Inventé una historia, le dije que era casado y que mi esposa me había llamado para decirme que acababa de nacer mi primogénito y que dada la grata noticia y alegría producto de la misma, quise festejar pero se me fue la mano y cometí tremenda falta. El oficial creyó en mi mentira, me dio una palmada y me dijo que me fuera a dormir tranquilo, que él no había visto nada.Lejos de irnos a dormir, los ocho continuamos bebiendo y tragando pastillas, luego sacaron plátanos, mangos y algunos panes con jamonada; así estuvimos hasta que nos venció el cansancio y nos retiramos a dormir.A la mañana siguiente me levanté normalmente, como si nada hubiera ocurrido e hice formar a la guardia de élite y me los llevé desfilando hacia las oficinas del Ministerio. El camino era extenso, casi un kilómetro y medio. No llegué a comprender qué pasó cuando de repente me vi acarreado en brazos de dos soldados mientras que otro sargento tomaba mi lugar en el comando de la marcha.Ni bien hubimos llegado a la zona de desembarco de los buses que traían al personal civil, el sargento a cargo comenzó a dar las consignas de rigor a la guardia, entonces yo, guiado por no sé qué instinto, levanté mi pistola ametralladora UZI y apoyándola en mi cara, un ojo acoplado a la “mira”, apunté a la guardia; de inmediato me desarmaron, unos soldados me maniataron y me llevaron a rastras hacia el ascensor del Edecán del Ministro dejándome tumbado en el piso.No sé cuánto tiempo pasó, pero fui despertado por un fuerte golpe en la espalda, levanté la vista y alcancé a ver a un Mayor justo en el preciso momento en que me propinó un segundo puntapié en el estómago.-¡Concha de tu madre, levántate y espérame en la puerta principal!- me dijo y se fue.Tan tremendo fue el golpe que no conseguía levantarme, me apoyaba en mis brazos, pero estos no lograban sostenerme pues como en la noche anterior, estaban adormecidos. Al instante entraron tres de mis compañeros y me ayudaron a ponerme de pie, me sacudieron e intentaron dejarme lo más presentable posible; fue en ese momento que nos dimos cuenta que había perdido el “walkie talkie”; no me importó mucho… Rendido me dirigí a la entrada principal a enfrentarme con mi destino.FABRICANDO UN SUEÑO PARA LOS QUE NUNCA LLORANEn el segundo nivel de este mundito que cual pequeño farol permanece encendido en algún lugar de los confines de este irreal universo, un piso polvoriento alberga jaurías de perros salvajes, chacales y hienas. En algunos trechos, el suelo presenta hoyos de entre tres y cuatro metros por donde estos carnívoros pueden otear a los cerdos que ocupan el nivel de abajo. Los asquerosos cerdos están tan al alcance de la mano que, a los depredadores, con estirar el pescuezo, les basta para alcanzar a la presa escogida. Aun así, siempre que un cerdo es extraído hacia el segundo nivel, se desatan sangrientas peleas entre las jaurías rivales, facilitando en muchas ocasiones a la presa de turno, la posibilidad de escapar con una que otra dentellada y regresar a las cloacas para continuar con su inacabable búsqueda de desperdicios.PARA DESCARGAR LA VERSION PDF DEL LIBRO, CLICK AQUÍ👇👇https://omejiaarteycultura.art/2013/10/29/como-se-gesta-un-demente-novela-autobiografica/
Cuento corto surreal. Cap. 1 del libro DELIRIOS DEL LIRIO. Escrito e ilustrado por O. Mejía.
En un banquito de cortas patitas, estaba sentada aquella niña de mirada distante y sonrisa con ausencia de alegría. Sus piernitas flacuchas de prominentes rodillas, se unían mientras las canillas se separaban dando forma a esa particular figura en “A” pues sus piececitos se hallaban girados hacia adentro, tocándose los deditos de ambos pies. El cuadro era cómico, tierno y al mismo tiempo… desolador.
Ser un desertor equivalía a ser un “fuera de la ley” y yo era consciente de ello. Si “Papá Vicente” no hubiera estado mal de salud, le habría contado que mi impulsividad de nuevo me había jugado un revés. Lo más probable es que se enfureciera pero no al punto de desprotegerme, de no ayudarme pero dado que las condiciones se presentaban desfavorables, preferí no enturbiar más la dramática situación familiar. Al tercer día me despedí como si retornara al cuartel.Sin saber qué hacer con mi vida, fui en busca de un amigo; siendo él mayor que yo no dudé en ir a verlo, pensé que quizás podría dar luz a mi problema. Cuando llegué me atendió un sobrino suyo, un jovencito de unos catorce años que me dijo que mi amigo llegaría en un par de horas, sin embargo esperé casi tres y no llegó…me fui. Era más de la una de la madrugada y yo sin un lugar donde pasar la noche… Tomé un bus con destino al centro de Lima, lugar sórdido y violento por aquellos años, sobre todo a esas horas dónde exclusivamente transitaban prostitutas, afeminados, borrachos, ladrones y parroquianos que deambulaban buscando satisfacer sus vicios y bajos instintos y para mal de males, ahí estaba yo con mi inoportuno uniforme de soldado de franco. Me hallaba sentado en las gradas de un portal de una tienda cuando fui abordado por un tipo que, presumí, era homosexual, aun así acepté conversar con él y terminé contándole que no tenía dónde pasar la noche. Al rato el tipo se fue pero a los pocos minutos reapareció en un taxi y me invitó a subir. Sabía a que me exponía, sin embargo no tenía opción. Lo seguí confiando en mis dotes de buen peleador y por lo tanto no sería presa fácil de nadie.Llegamos a un zaguán, abrió la puerta y me hizo ingresar indicándome que no hiciera ruido. El sitio estaba completamente oscuro, atravesamos un largo pasadizo hasta llegar a una habitación; mientras avanzábamos, miraba atentamente estudiando los accesos de entrada y salida y las posibilidades de defensa para huir si se diera la situación de tener que protegerme ante algún ataque. Llegamos a un cuartucho donde se encontraban dos homosexuales haciendo el amor sobre una alfombra y una mujer fea o quién sabe, un travesti, no lo sé, proporcionándole sexo oral a otro tipo reclinado sobre un sillón destartalado. Ninguno de los presentes se inmutó ante mi llegada, me miraron con un poco de curiosidad y prosiguieron con lo suyo. El tipo que me había llevado tomó una botella de licor, bebió de ella y me la ofreció pero yo respondí con una negativa, por esas épocas había perdido interés por el licor y además debía estar lúcido dado que todo ese contexto me preocupaba y me producía un temor desmedido que intentaba disimular para no verme indefenso ante los asistentes de ese extraño lugar. Seguidamente le dije que lo único que quería era descansar. -Por acá- Me dijo y me llevó a una habitación sombría en donde había una cama, me senté en ella y de inmediato, él se arrodilló ante mí y comenzó a manosearme. Con fingida serenidad le dije:-Creo que te equivocas, no vine para eso- se quedó pensativo un instante, luego se apoyó en mis rodillas para ponerse de pie y se fue diciéndome:-No sabes lo que te pierdes, grandote. Entre la penumbra hallé un tubo de metal de unos cuarenta centímetros, lo tomé, lo puse entre mis muslos y me recosté cavilando y rogando que no tuviera necesidad de valerme de él. Habían sido demasiadas emociones y estaba muy cansado por lo que el sueño no tardó en llegar, me dormí profundamente; felizmente la noche transcurrió sin novedad.A la mañana me despertó una voz chillona de mujer, proveniente del exterior.-¡Vecino, el agua se está cayendo! Me desperté sobresaltado y confundido, tenía mucha hambre pero el miedo de moverme en la casa donde reinaba un silencio absoluto, no me ayudaba a pensar. Para colmo ni siquiera sabía el nombre del sujeto que me había llevado ¿Cómo llamarlo? Finalmente tomé coraje y me aventuré. Sigilosamente fui hacia la habitación contigua, no había nadie, sólo la mujer o travesti, descansando boca abajo con el cuerpo completamente desnudo. Tratando de no hacer ruido me dirigí a la puerta, la abrí y salí cerrándola con cuidado.Una vez en la calle me di cuenta que mis problemas no habían variado en nada, seguían tan intactos como antes. Caminé un rato sintiendo el peso de la soledad y el desamparo, fue en aquel momento que pensé “¡Solución: regreso al cuartel!” y eso hice.Al llegar a una de las puertas del cuartel, el cabo que estaba de guardia, llamó al oficial, también de guardia, para notificarle de mi regreso; pasados unos minutos se presentaron dos soldados y me llevaron detenido.Por ser un cuartel pequeño, la máxima autoridad era un Mayor, le seguía un capitán y luego cuatro tenientes. Encerrado en una celda de dos por dos, alcancé a escuchar que habían hecho formar a toda la tropa y anunciaban la llegada del Mayor. Cuando este solicitó las novedades le informaron detalladamente todas las incidencias, entre ellas mi retorno. El Mayor ordenó que me llevaran frente a él, se me acercó y me dijo con tono sarcástico: –Cuénteme angelito ¿Por qué desertó? Ahora sí que estaba en un serio problema pero como de la desesperación nace la imaginación, no se me ocurrió otra cosa que decirle que había huido pues tenía una novia a la que no veía desde hacía cuatro meses y que por amor me vi obligado a escapar del cuartel pues la extrañaba mucho. Reparé que el Mayor se esforzaba por no reírse en mi cara y con el fin de hacer más jocosa la situación, me conminó a contar en voz alta a la tropa la razón de mi deserción. Inicié mi relato en voz alta pero el Mayor me interrumpía diciéndome:-¡Hable más alto que los del fondo no lo escuchan! Yo hablaba a los gritos mientras toda la tropa y oficiales se desternillaban de risa con mi historia cursi, estúpida y por supuesto, ficticia. Lejos de lo que pensaba, esto me volvió muy popular y simpático en todo el cuartel, fama que se fue acrecentando cuando tuve la oportunidad de demostrar que era bueno para jugar fulbito y para tocar la guitarra. No pasó mucho tiempo sin que los oficiales me buscaran y escogieran para defender sus equipos.Junto a otro compañero que también tocaba la guitarra, empezamos a gozar de “privilegios y licencias”. Recuerdo a un sub-oficial técnico que gustaba de cantar, razón por la cual, cuando estaba de guardia, venía a nuestra cuadra y fingía llevarnos castigados pero en realidad nos llevaba a su habitación; una vez allí nos permitía fumar marihuana mientras con las guitarras le acompañábamos, él se embriagaba con licor y cantaba canciones de la “nueva ola”, el rock & roll en castellano de la década de los 60s y 70s.Así fue transcurriendo mi vida en el ejército donde no escaseaba la decadencia; en las guardias el consumo de drogas era algo usual, había harta marihuana, pasta básica de cocaína, pastillas y jarabes que contenían alcaloides, paliativos que nos permitían soportar el encierro a que éramos sometidos; algunos oficiales lo sospechaban y otros lo sabían a ciencia cierta pero preferían hacer “la vista gorda”.Cumplidos los seis meses de servicio se dieron los exámenes de ascenso y el otrora desertor Oswaldo Mejía fue promovido al grado de Cabo del Ejercito Peruano.VIENTO, POLVO... Y TU NOMBREBienvenidos a mi universo delirante desde donde podemos jugar a ser pequeños semidioses y con una exigua demencia, crear juntos esos mundos fantásticos en nuestro subconsciente para viajar por ellos, para espectar un poco cómo somos allá adentro...https://omejiaarteycultura.art/2016/08/20/viento-polvo-y-tu-nombre/
Año 1974, año clave en mi vida pues estaba atravesando una de las más intensas crisis existenciales de todas las que venía pasando. Debido a ello tomé la decisión de presentarme como voluntario en el ejército peruano aun cuando no tenía la edad para hacer el Servicio Militar Obligatorio. Era un adolescente extremadamente impulsivo que reaccionaba con ímpetu ante el menor estímulo y en ese momento tuve la necesidad de demostrarme a mí mismo que era capaz de desenvolverme fuera del abrigo de las alas de mis padres- creo que también buscaba un poco de límites más allá del seno familiar- y así fue que me enrolé. Acudí al lugar donde debía gestionar mi ingreso; la mayoría eran jóvenes convocados por sorteo, sólo unos pocos iban, al igual que yo, en calidad de voluntarios.Mi aspecto delgaducho con una altura que sobrepasaba el metro setenta y cinco, alta para el promedio común y mi melena, un frondoso peinado “African look” -batido de rulos que semejaba el follaje de un árbol cayendo sobre mis hombros llamaba la atención, imposible pasar desapercibido. Por mi talla y mi nivel de educación (cuarto año de instrucción secundaria) inmediatamente fui escogido para servir en un escuadrón de policía militar de élite que recién se estaba formando y cuya finalidad era dar resguardo al flamante complejo que albergaría al Ministerio de Guerra; su construcción aún no había culminado pero su funcionamiento ya estaba en marcha y por lo pronto su seguridad estaba a cargo de soldados que habían sido destacados de diversas unidades.Una vez seleccionados los más de doscientos que seríamos derivados a las instalaciones del Ministerio de Guerra -más tarde conocido con el apelativo de “El Pentagonito”- fuimos subidos a unos camiones porta tropas. Ninguno de los asignados hablábamos, teníamos dibujados en nuestros rostros la expectativa que crea el recelo ante algo desconocido que está por llegar. Apenas arribamos a nuestro destino se nos ordenó bajar de los vehículos disciplinadamente. De inmediato fui abordado por tres soldados con una “pintaza” de relajados e irreverentes que con gran desparpajo me indagaron: -“Loco” ¿traes marihuana?- Me limité a un leve movimiento de negación con la cabeza. Uno de ellos me dijo:-Cuando quieras, búscanos, somos de la hermandad- Y se alejaron no sin antes palmearme el hombro acompañado de un gesto de complicidad; es evidente que mi “facha” me había delatado como un peregrino de la ruta de la droga y el vicio.Al cabo de unos minutos se nos hizo marchar en largas filas hacia las manos de unos pseudo-peluqueros, los cuales, armados de máquinas eléctricas parecidas a las que se utilizan para esquilar ovejas, comenzaron rasurar nuestras cabezas con un entusiasmo por demás exagerado. A continuación, nos entregaron uniformes usados pero limpios y borceguíes, también usados. Listo, ya tenían la primera tanda de reclutas de la “Compañía de Policía Militar” que tras unos meses de instrucción se convertirían en la naciente promoción de soldados a cargo del resguardo de las instalaciones del Ministerio de Guerra del Perú.No pasó mucho tiempo antes de que empezaran los abusos, gritos y castigos infligidos por los sargentos a cargo de nuestra instrucción, quienes parecían estar a sus anchas cuando nos sometían a fuerza de latigazos y malos tratos. Estos imbéciles de dos galones justificaban su procedimiento inhumano con el argumento de que ellos también habían sido tratados de esa manera, como si el ultraje fuera una herencia que a ellos les correspondía transferirnos… Y bueno, no habiendo otras opciones, consideremos esto como parte del “lavado de cerebro” a que son sojuzgados todos los que se involucran en la vida militar. De allí en adelante me quedó más que claro que todo castrense debe poseer como reflejo condicionado, el comportamiento de un cuadrúpedo o siempre será un ajeno a la mística militar pues la premisa vital en este ámbito es: “Las órdenes se cumplen sin dudas ni murmuraciones”, condición “sine qua nom”, creo yo, para que, dada la situación, el soldado se tire de cabeza al barranco si su jefe inmediato así lo ordena por creerlo conveniente, cosa esperable ante un hipotético conflicto armado.Así transcurrían los días entre arbitrariedades, ejercicios físicos y aburridas marchas que imitaban desfiles y que en el argot militar se conocen como prácticas de orden cerrado.-¡De freeeeeeeente… marchen! ¡Aaaaaaaaalto! ¡Media vuelta… dereeeeeeecha! ¡Paso ligero, yaaaaaaa!En aquel momento de mi existencia ya era muy manifiesta mi capacidad de adaptarme e incluso mimetizarme ante cualquier situación en procura de pasarla lo mejor posible, además de poseer una fortaleza moral que me permitía resistir exigencias físicas y mentales extremas, era un peleador y estaba dispuesto a darle de puñetazos en plena nariz a la vida y no dejarme amilanar por las circunstancias pero al llegar el primer sábado casi todos mis compañeros fueron notificados de que tenían visita de familiares y/o amigos, sólo unos pocos no recibimos visitas ese día y eso sí me entristeció. La historia se repitió los sábados subsiguientes… yo no tuve visitas.Cierto día, un recluta compañero comenzó a sentir dolor en los riñones y orinaba sangre, razón por la cual los oficiales decidieron darle de baja. Me enteré que el conscripto desafectado vivía en un distrito próximo a mi casa, le rogué que avisara a mis padres dónde me hallaba. Al sábado siguiente me visitó Emerita acompañada de una hermana suya; no lloré pero mis ojos se humedecieron de emoción, estaba en camino a ser un soldado y como tal no debía llorar, el lavado de cerebro estaba surtiendo efecto en mí…Le conté a Emerita sobre la ceremonia de entrega de armas que se realizaría en pocos días, acto que marcaba nuestra transición de recluta a soldado, le dije que todos mis compañeros recibirían sus armas de manos de sus madres, padres, novias o de quienes ellos escogieran y yo no quería quedar como un paria sin familia. Ella me comentó que mis padres estaban con algunos problemas y por eso no podían visitarme pero que seguro irían para la ceremonia; intuí que me ocultaba algo pero preferí callar.Para el día de la Ceremonia de “Entrega de Armas”, la que vino fue mi tía María, a quien quiero muchísimo, ella me entregó mi fúsil F.A.L.A los pocos días no soporté más y aprovechando que un grupo de soldados salía a la calle, me filtré entre ellos y me fugué del cuartel. Cuando llegué a casa dispuesto a contarle a mis padres que había desertado y que anhelaba el amparo de sus alas, encontré a mi padre postrado, con la pierna derecha gangrenada y a mi madre con un color amarillo intenso en la piel y las córneas debido al aumento de bilirrubina por una falla fisiológica, pasando al flujo sanguíneo el excedente que no lograba reabsorber; desconocía el diagnóstico, sólo que la daban por desahuciada. Ante este drama, opté por ocultar la verdad, les dije que me habían dado permiso por unos días, al cabo de los cuales me marché.MELIZA Y EL CENTURION ROJO *-¡No quiero, no quiero! -Nadie te ha preguntado, a nadie le interesa tu opinión, colócate en la fila y no mires a tu alrededor. *-¡Nooo, a la fila nooooo! -Quién va adelante, quién va atrás, no te debe importar, sigue a la fila sin interesar lo que haya más allá. *-¡Yo quiero soñar! -Tenemos miles de sueños preconcebidos que a todos los de la fila hemos de dar. *-¡No quiero! Tengo sueños propios que soñar. -¡Ponte a la fila! Obedece o tu alma vamos a estallar… *-¡Nooo! A la fila nooooo! -¡El extraño intenta huir, no le dejen escapar! *-¡No quierooo! ¡No quieroooooooo! -Otro que por sí solo quiere pensar… Inventamos sus sueños, decidimos qué han de comer y qué no, escogemos sus enfermedades, diseñamos sus sufrimientos y forma de morir; ordenamos todo para ellos pero siempre aparece un miserable desagradecido que pide más…https://omejiaarteycultura.art/
La historia un tanto manoseada, acerca de los Ángeles.
El único proposito de esta publicación es alertar a quienes deseen escuchar, a no confiar en que, necesariamente los escritos narran historias 100% verídicas, sino que muchas veces son versiones subjetivas de los hechos reales, y otras veces son mentiras adrede, para tergiversar verdades, en defensa de intereses de algunos grupos manipuladores...
Para entonces mi forma de expresión artística habíase tornado variada y dinámica: Dibujaba, pintaba, hacia esculturas, música, bosquejaba proyectos de obras futuras mientras culminaba las inconclusas; todo el tiempo estaba creando, siempre sublimizando a la mujer como dadora de sexualidad. Esto, lejos de aplacar mis ímpetus me mantenía en una constante excitación que- al ser tan invasiva y casi incontrolable- por defecto natural fui canalizando hacia la práctica del deporte. Jugaba vóley, básquet, tenis de mesa, frontón y cuanto deporte tuviera como “vedette” un balón, pero fue el fútbol el que realmente me sirvió de válvula física por donde liberar mis sobrecargas de energía. Recuerdo como si fuera hoy ese año que debuté en la liga amateur de fútbol de mi distrito defendiendo la camiseta de un equipo muy reputado y con mucha tradición por aquellos tiempos. Lamentablemente mi desempeño no fue muy auspicioso, pero estaba allí, y eso me dio prestigio como “pelotero”- se les llama así a los futbolistas que no son profesionales-. Supongo que de no haber llevado esa precoz vida disipada en la que me había sumergido, hubiera sido un deportista profesional pues tenía excelentes reflejos, agilidad mental para improvisar, era alto y con mucha fortaleza física pero mi organismo se hallaba contaminado de sustancias nocivas que desmedraban mi mente y mi espíritu, de por sí ya maltratados por mis traumas y mis extrañas percepciones, alejándome de la disciplina necesaria. Pese a ello fui destacándome en el “fulbito”, variedad de fútbol que se juega en un espacio reducido en el que se enfrentan dos equipos con seis jugadores cada uno. Este deporte es muy difundido en el Perú y era frecuente ver en las calles competencias disputadas entre barrios rivales. Tuve la suerte de contar entre mis contemporáneos una “troupe” de verdaderos magos con la pelota entre los pies; cual modernos gladiadores íbamos de barrio en barrio retando a cuanto equipo estuviera dispuesto a medirse con nosotros. En poco tiempo logramos hacernos tan conocidos y temidos que cada vez nos resultaba más difícil hallar rivales dispuestos a enfrentar el virtuosismo y atildado toque de nuestro juego. Realmente disfrutaba y me apasionaba mucho el diálogo que mi grupo y yo sosteníamos con la pelota. Entre mi filosofía barata figuraba: “Un hombre puede tener mucho dinero y mujeres a montones, pero si no ha pateado pelota, nunca ha sido completamente feliz”.Lógicamente, siendo el fulbito un deporte tan viril y por demás violentos los lugares donde nos movíamos, no era raro que cada partido degenerara en verdaderas batallas campales fomentando mi fama de audaz peleador callejero.Una tarde en que me encontraba sumido en la lectura de un libro, repentinamente escuché que alguien silbaba y me llamaba desesperadamente desde la calle; bajé las escaleras a toda prisa para ir al encuentro de quien gritaba con tanta urgencia; era un jovencito mucho menor que yo. Cuando estuve a su lado me dijo que uno de mis mejores amigos, a quien llamaré “Pechón”, le había reventado el labio inferior de un certero puntapié a un tipo con quien tuvo una riña sangrienta.Estando en el barrio y reducto del agredido, cuatro de sus “compinches” fueron en su ayuda, razón por la cual Pechón se vio forzado a guarecerse en las instalaciones de un colegio donde se desarrollaba un campeonato de fulbito. Allí permaneció sin poder salir puesto que afuera lo esperaban los otros clamando venganza. Enterado de los pormenores y conociendo la calaña de estos tipos, sólo atiné a coger unas tijeras, me las puse en el bolsillo trasero del jean y me dirigí muy resuelto al escenario de los hechos. Cuando llegué, los “aliados” que deseaban desagraviar al amigo, se retiraron de la puerta y se limitaron a mirarme de lejos, sabían que venía al rescate de mi camarada y no creyeron conveniente enfrentarse a mí. Entré al colegio y con autoridad casi paternal le dije a mi amigo: -Vámonos- Salimos del recinto, mi amigo detrás de mí y me acerqué desafiante hacia sus potenciales atacantes. - ¿Alguno de ustedes tiene algún problema con él? - Pregunté. Obviamente respondieron con negativas. Me sentí un león ante una jauría de hienas acobardadas y en la turbulencia de un mundo violento cometí el más craso error, tendría que haberme retirado inmediatamente, pero estimulado por mí estúpida soberbia emprendí el camino de retorno pasando por todo el barrio de los enemigos. Cuando nos dimos cuenta, una turba venía corriendo hacia nosotros; me paré en seco y me coloqué en actitud defensiva, siempre con Pechón a mis espaldas. Al recibir y repartir los primeros golpes, advertí que el tipo del labio reventado pasaba blandiendo una cadena en pos de atacar a mi amigo. Pechón repelió el ataque a pedradas y se dio a la fuga en sentido contrario, hacia nuestro barrio mientras yo continuaba recibiendo y dando golpes a diestra y siniestra hasta que mi intuición me hizo volver la mirada para comprobar que el objeto del ataque con la cadena era yo. Levanté el brazo derecho con la intención de interceptar el golpe, pero la cadena dio una vuelta en mi antebrazo y la punta terminó estrellándose contra mi sien y mi ojo izquierdo haciéndome perder el conocimiento. Cuentan quienes fueron testigos de este suceso que cuando caí al piso ninguno de mis atacantes osó tocarme, simplemente optaron por alejarse y presurosos, ocultarse.Aún hoy, pasados ya tantos años, Pechón y quienes estuvieron presentes aquel día, entre tertulias y vasos de cerveza suelen rememorar la vez en que el “Loco Oswaldo” se enfrentó a una horda en defensa de un amigo dejando en claro que era “Un Alfa de la manada”.VERSOS EXTRAVIADOS-Han puesto chasquidos de piedras, tintineo de monedas, voces de calumnias y mentiras en mi camino, intentando evitar que lleve a cabo la misión que se me encomendó: Entregar los mensajes que me dictó “EL GRANDE”.-¡No te quejes, eres león! Ellos… simples hienas que ríen cuando no amerita risas. Envidian el brillo de tu luz, estigma de los diferentes…también tu mirada les asusta más tu ruido les perturba pues no lo comprenden.-Pero… Soy el portador de un alarido que quizás no debió ser gritado todavía, no sé si tenga fuerzas para continuar mi rol de eco.- Lo harás, lo harás… El camino que estás concibiendo con tu andar, en su momento servirá de piso para que los intolerantes de ahora retocen… El “SENDERO PARA VOCES MUDAS” ya tiene tus huellas.-Déjame descansar.-¡No, amigo mío! Debes levantarte ahora mismo y continuar; esas hienas quedaron atrás, pero aparecerán fieras y envidias nuevas.https://omejiaarteycultura.art/
Después de mi iniciación con Emerita, mi sexualidad se tornó muy activa. Durante ese periodo de complacencia dejé a un lado a Betsy, una niña de mi edad, mi primera relación de enamorados basada únicamente en besos y algunas que otras caricias levemente subidas de tono. La aparición de Emerita y el interés obsesivo por poseerla, me llevaron a descuidarla pero una vez conquistado el ansiado trofeo que dominaba mi pasión y habiendo obtenido los favores sexuales de “La señora Emerita” retomé mi relación con Betsy, quien también transitaba los desbocados caminos atiborrados de densos vapores libertinos alfombrados con drogas, licor y rock & roll. Me es imperioso aclarar que el tiempo en que fui parte de ese ámbito, tuve romances estables y duraderos debido a que, a pesar de ser un tipo muy locuaz, no me resultaba sencillo cortejar, mi timidez era un impedimento, me acobardaba ser rechazado y por esa razón prefería mantener lo que pudiera haber conseguido. Me sabía un hombre completo y mi subconsciente me repetía que UN HOMBRE debe tener UNA MUJER a su lado que alimente la hoguera de su virilidad. En medio de esas circunstancias y convicciones mías, Betsy y yo sentimos que no nos bastaba con tocarnos y besarnos, no, era insuficiente, nuestros sexos se buscaban ardorosamente, las manos hurgaban cada vez más y con mayor atrevimiento, yo había probado la sexualidad pero ella no y yo reventaba por hacerla mía, quería repetir con ella lo vivido con mi ex amante, había probado el goce del coito y no me resignaba a no tenerlo, sólo que ahora era la niña la dueña de mis apetencias. Con mis dedos habilidosos, la fui enloqueciendo de tal manera que Betsy no dudó en entregarse por completo para probar el encanto de la penetración. Una vez sido penetrada, intentábamos de manera insistente y en todo momento, hallar los medios propicios para devorarnos de un modo insaciable hasta quedar completamente satisfechos, pero siempre queríamos más, éramos dos jóvenes sedientos de sexo.A mi modo la quería y respetaba, tenía un rostro que se me antojaba agraciado pero sus encantos femeninos estaban tan armónicamente distribuidos que era justamente eso lo que realmente me atraía y provocaba. Por otro lado, tener una mujer siempre dispuesta a mis requerimientos amatorios era muy estimulante y ella siempre estaba dispuesta. Solíamos fumar marihuana y copular en cuanta ocasión se nos presentara, generalmente durante las reuniones que compartíamos con mis camaradas, “los diferentes”. Era tal el frenesí que apenas si nos amparábamos en la oscuridad o nos escondíamos en algún rincón con un mínimo de discreción y ahí sí dábamos rienda suelta a nuestra irracional fogosidad, al fin y al cabo, todos “los diferentes” lo hacían. No era raro sorprender a una pareja en pleno coito ¿Por qué nosotros no? Sabíamos que corríamos el riesgo de ser atrapados mientras gozábamos del placer que conceden las pieles desnudas y sudadas pero tampoco nos inquietaba, incluso me atrevería a decir que ello nos excitaba más aún, queríamos hacerlo y lo hacíamos, así de simple. Todo iba viento en popa entre nosotros hasta que como cualquier pareja, tuvimos una contrariedad que acabó en una pelea y finalmente en una separación momentánea. Esto dio lugar a que un par de amigas en quienes yo confiaba ciegamente, me crearan la intriga de una posible infidelidad de Betsy. Sabedoras de mi vacío respecto del sentimiento de amar íntegramente, me presentaron a otra sugestiva jovencita siendo la premisa “un clavo saca otro clavo”. El encuentro con esta chica se concretó en una fiesta, la invité a bailar una pieza, muy apretaditos uno contra el otro y una vez finalizado el tema musical “ya éramos enamorados”. Ella estaba interesada en mí desde tiempo atrás y si a eso sumamos la urgencia de mis apetitos sexuales, entablar esa nueva relación por escasos ocho días fue tarea sencilla. Al octavo día fuimos a visitar a un amigo que vivía solo en una pequeña habitación. Ella también tocaba la guitarra; sentados en la cama de mi amigo, estuvimos largo rato tocando e intercambiando conocimientos sobre música hasta que mi aliado, muy cómplice, nos comunicó que debía irse pero que nosotros podíamos quedarnos. Ni bien cerró la puerta y quedamos solos, nos arrojamos uno en brazos del otro trastornados de pasión; mientras la besaba y ella me manoseaba sin atisbo de pudor, fui desabotonando su blusa hasta conseguir liberar sus senos del corpiño, le desabroché el jean y bajé la cremallera, acto seguido introduje una mano en busca de su pubis, lo acariciaba con frenesí cuando de pronto fui asaltado por mis remordimientos: “Esta niña me gusta, pero a Betsy la quiero”. Bruscamente frené mis avances eróticos, retiré la mano de su entrepierna y me aparté; la muchachita, sorprendida, sin entender qué sucedía, me preguntó muy preocupada:-¿Qué te ocurre? ¿Qué pasa? -No debiste venir aquí, es mejor que te vayas- fue todo lo que acerté a responder.Ella se vistió velozmente y furiosa me dijo “Sigues enamorado de esa cojuda” … se fue llorando.Si bien me sentía incapaz de amar con esa dosis de ternura, de apego, como aman las personas normales, siempre tuve muy en alto el valor de la lealtad, el agradecimiento y respeto por los sentimientos de los demás; nunca fue mi intención jugar con el cariño que me brindaban. Soy consciente de que no amé pero a mi manera correspondí a lo que se me entregó; si a alguien hice daño en este aspecto, no fue adrede.Al día siguiente regresé con Betsy, pero ya no pude volver a confiar en ella y al poco tiempo terminamos definitivamente. De nuevo había recrudecido en mí el temor hacia las mujeres… “Si las amas les otorgas el poder de matarte”MELANCOLÍA DEL MAGOHe caminado de manera incesante cerca de cuatro mil años por este polvoriento mundillo de apenas trece metros cuadrados, yendo de aquí para allá, siguiendo una voz de sirena apenas audible pero encantadora. Si suena al sur, hacia el sur voy; si suena al norte, hacia el norte voy. No importa de qué punto provenga la voz, yo siempre voy en su búsqueda pues, aunque jamás escucho lo que me dice, es un llamado feromonal al que no puedo ni quiero resistirme. En un lugar tan pequeño y solitario, esa encantadora voz es la razón de mi existir, es lo único que me tiene ocupado, es lo que me mantiene en este persistente celo que no puedo aplacar ni cuando levanto mi mirada hacia esas tres lunas ninfómanas que iluminan mis cielos pero que nunca podrán consolarme pues la luz celeste que irradian incesantemente, las aleja de mis manos. Mmm… Ahora debo irme, desde el oeste me llama la encantadora voz de una sirena ¡Ya voy!... ¡Ya voy!https://omejiaarteycultura.art/2016/10/18/melancolia-del-mago/
Monólogo sobre la alucinante historia de un personaje bíblico, con lo cual, para nada tengo, ni siquiera la menor intención de atacar o herir susceptibilidades con respecto a la fe y creencias religiosas de nadie. Mi único afán es narrar y poner sobre el tapete hechos que nos estimulen al análisis, a la duda, y nos puedan liberar del yugo del pensamiento dogmático.
Quedan esclarecidas en este relato, las obsesiones recurrentes que invasivamente acompañarían cuanta expresión artística abordarían en mi vida: La soledad, la ansiedad, la depresión y mi devoción por el cuerpo femenino. Mi taller se iba atiborrando de hojas de papel con garabatos y dibujos sobre las formas femeniles mostrando su desnudez, lo cual no era una simple manifestación de morbo o lascivia; en mi subconsciente el desnudo simbolizaba sinceridad. Aún era un niño iletrado y sin la erudición necesaria para estar a la altura de las circunstancias y sin embargo ya iba armando mi arsenal de simbología a través del cual me pronunciaría: Los cuellos alargados darían majestuosidad y las piernas con muslos regordetes y canillas desmedidamente largas, serían emblema de languidez y delicadeza.En cuestión de días, Emerita se convirtió en pilar fundamental para ayudar con las labores de “Mamá Panchita” al tiempo que se desempeñaba como asistente de las tareas paramédicas de “Papá Vicente”. Por tal razón se le asignó un espacio para vivir en casa con su pequeña hija siendo ambas consideradas casi miembros de la familia. Una mañana en que mis padres se habían ausentado, Juanca, mi eterno cómplice de correrías musicales, vino a pedirme prestado un transformador eléctrico. Subí a buscar el artefacto que guardaba en una habitación contigua al dormitorio de Emerita; me encontraba arrodillado desinstalando los cables cuando ella apareció con todo su esplendor, luciendo una minifalda marrón muy apretada que amenazaba con reventar ante las caderas y muslos que a duras penas contenía. Embriagado por la tentadora visión de esa hermosura, con unas ojeras que delataban la modorra de quién recién abandonó la cama, mis ojos la veían a modo de hembra muy apetecible. La simple observación de su anatomía que con tanto descaro enseñaba, ponía mi sangre en ebullición, ya no podía pensar, sólo perturbarme ante sus caderas, sus muslos, todo aquello que me enloquecía de manera lujuriante mientras la desnudaba con los ojos enrojecidos, ávido de deseo.-¿Qué haces, flaco?- preguntó a la vez que se acercaba a mí. Parecía flotar en el aire, yo nunca la vi dar un paso, sólo reparaba en sus muslos frotándose entre sí, cada vez más cerca. Cuando llegó a mí, se puso de cuclillas y fue entonces que descubrí que no llevaba ropa interior. Sabedora de mi apetencia, la muy astuta tomó mi cara con ambas manos y me besó en la boca en el preciso instante en que oímos resonar pasos en la escalera que conducía al cuarto donde nos encontrábamos, acompañados de unos acordes de guitarra; era Juanca que venía a ver por qué me demoraba tanto. Emerita se puso de pie y rauda se fue a su dormitorio. Juanca me ayudó a terminar la desinstalación, bajamos, nos despedimos y se marchó. Inmediatamente comencé a trepar los escalones de dos en dos para rogarle a Emerita que retomáramos el placentero juego cuando la vi bajar, acelerada, al tiempo que me decía que se iba a hacer unas compras al mercado pero que regresaba de inmediato. No atiné a pronunciar palabra; lleno de frustración, la vi partir. Cuando regresó yo estaba en mi dormitorio lidiando con mi desilusión, dudas e interrogantes. Abrió la puerta, asomó la cabeza y me preguntó si habían regresado mis padres. - ¡No! - Le dije y me levanté de un respingo pero Emerita se fue sin decir nada más “Ah, no, esta vez no te me escapas” pensé y la seguí hasta la cocina. Cuando la tuve a mano la abracé por la espalda, pero ella me detuvo con hosquedad y dijo:-¡No, flaco, vete!- No conseguía entenderla, no comprendía nada, entonces insistí pero las negativas continuaron ¿Cómo era posible que la mujer-hembra que hacía unos momentos se mostró tan dispuesta, me rechace así, tan rotundamente? Metió la mano entre en sus senos y sacó unos billetes.-¡Toma!- me dijo, haciéndome un guiño que estimé sarcástico- Con esto puedes ir a uno de esos sitios donde encuentres una puta que te de lo que quieres.Sus palabras, su desprecio, fueron un cachetazo a mi hombría; me hirió de tal manera que arrojé los billetes al piso con el mismo desprecio con que me los entregó, sumando rabia e impotencia.-¡No quiero a ninguna puta, te quería a ti!- Y me fui rumiando mi ira y la contrariedad de saberme humillado. A mi corta edad estaba enfrentando sensaciones y emociones muy encontradas y retorcidas. Al día siguiente Emerita se fue de casa, casi me atrevería a jurar que fue por el incidente que acabo de narrar. Se marchó dejándome con la idea de que era así como dañaban las mujeres: Te tientan, te seducen, se ofrecen y luego, cuando caíste en su juego, te niegan y desprecian; con desdén, con crueldad, así, con esa frialdad, conseguían que un joven o un hombre se mate; de esto debía cuidarme… Si mi naturaleza era irresistiblemente atraída por los encantos femeninos, me era imperioso diseñar estrategias para no sucumbir en extremos. Así fue que probé a hacer mis pininos en el manejo de egos alternativos para enfrentar situaciones que en un contexto normal, me habrían resultado inmanejables.La vida siguió su curso. Como ya he señalado, yo tenía una enamorada, no obstante, mi apatía por ella era categórico, Emerita era la dueña de mis hormonas, nadie podía estimularme más que ella pese a mi lucha interior por salir de ese estado de enajenación.Pasaron casi dos semanas. Me encontraba trabajando en mi taller, por aquel entonces ubicado en la segunda planta de la casa, sobre el enorme patio-jardín, cuando escuché unos pasos taconeando. Mi ritmo cardiaco se aceleró; sabía que era ella, Emerita, la mujer que me tenía a maltraer, la hembra que anhelaba con toda mi castidad convulsionada. Corrí hacia la ventana que daba al patio y la vi, tan esplendorosa y deliciosa como siempre. Debo destacar que Emerita no era una mujer muy bonita, pero de la cintura para abajo era realmente una tentación que avivaba el fuego de cualquier hombre. Pletórico de entusiasmo, la saludé y ella me correspondió con igual frenesí. Le invité a subir para que viera la escultura en la que me encontraba trabajando. Emerita, luego de intercambiar un beso con mi madre, subió y me estampó un beso en la boca. Su efusividad me dio la oportunidad de demostrarle que no era un chiquillo con el que podía jugar a su antojo. Con la seguridad del macho dominante, la tomé de la mano y la arrastré hacia mi escultura, una figura femenina sin brazos, con la cabeza tirada hacia atrás en actitud de éxtasis; permanecimos unos instantes observándola sin soltarnos las manos, transpirada la mía, tibia la de ella. -¿Te gusta?- le pregunté.-Es linda- respondió. No aguanté más, la atraje hacia mí y volvimos a besamos; la rodeé con mis brazos y empecé a acariciarle el trasero, pero cuando intenté levantarle la falda me retiró las manos, me hizo sentar en una silla, se colocó sobre mis piernas y me brindo placer manual mientras los besos y las caricias no nos daban tregua. Culminado el acto, volvió a besarme y se fue, pero esta vez me dejó una grata sensación. Estaba aprendiendo a manejar este tipo de situaciones, ya no era tan vulnerable a frustrarme. La escena se repitió con una frecuencia considerable durante casi cuatro meses, período en el cual me cuidé muy bien de pedir algo más que las prácticas que con tanta habilidad llevaba a cabo mi “amante”, me había propuesto no rogar y no lo hice… “Si lo único que quiere es darme placer manual y dejar que la acaricie, pues bienvenido, ella no escuchará de mis labios ninguna petición al respecto”Llevábamos cuatro meses satisfaciéndonos con estas especiales prácticas amatorias cuando de pronto sucedió. Fue un sábado, día en que mis padres solían ir a visitar a mi abuela materna y yo me quedaba en casa. Me encontraba en el cuarto de mis padres, recostado sobre su cama mirando televisión cuando el muchachito que hacía los quehaceres de limpieza me anunció que había llegado la “Señora Emerita”. El jovencito se marchó y ella entró; ni bien la tuve a mano la jalé hacia la cama para dar comienzo a los besuqueos y caricias con desenfrenada fogosidad.-¡Aquí no!- sonó la voz imperativa y cortante de Emerita en el instante mismo en que le subía la falda- El muchacho puede vernos, vamos a tu taller.Planeamos que ella subiera primero como si fuera a buscar algo y al ratico subiría yo ¡Uf! Mi corazón amenazaba con desbocarse al tiempo que sentía mi miembro inflamado ¡Estaba a punto de completar mi iniciación como macho humano! Esperé unos minutos que se me hicieron una eternidad. Me preparé mentalmente para no demostrar mi ansiedad a fin de no despertar la curiosidad del muchacho de la limpieza más cuando la espera se me hizo insoportable y considerando que había transcurrido un tiempo prudencial, subí. Abrí la puerta ¡Caray! Miraba incrédulo…Emerita se presentó ante mis ojos completamente desnuda, con el porte de una Diosa. No tardé en recuperarme de mi estupor y ágilmente me acerqué para besarla con desesperación, llenando mi boca con su aliento, mezclando nuestras salivas, mis manos apretando su blanca piel al tiempo que mi ropa iba cayendo. La cargué en brazos y la acosté en un amplio sillón que usaba para descansar; Emerita no presentó resistencia, al contrario, se mostraba dócil y dispuesta, no desaproveché la ocasión y sucedió lo que tanto ansiaba, penetrar en su interior, sintiendo cabalmente el hechizo que posee una mujer y cuán acogedoras pueden ser sus entrañas. Me sentí hijo, me sentí padre, me sentí un “Semi-Dios”, indivisible, esencial. Ya era todo un hombre… Había adquirido la sabiduría sobre ello para expresarme a través de mi arte… Con mis manos de artista podría hablar de lo que simboliza ser “UN SER HUMANO”.LA REINA LAGARTA SE QUITO LA PIEL… Velando sus pecados, la quiero morder.Si tengo dientes, comeré placer.En sus retinas, la sierpe mía...La Reina lagartija se quitó la piel. Muslos encontrados, rejas y miel.El flujo de mi llave, ya quiere ceder,Dulce Arpía, es dueña mía...La Reina lagartija se quitó la piel.https://omejiaarteycultura.art/2016/06/04/la-reina-lagarta-se-quito-la-piel/
Con apenas quince años de edad ya había devorado a García Márquez, Edgard A. Poe, Hermann Hesse y algo de Julio Cortázar. No sólo los había leído sino que la fantasía de su literatura se había anidado en mí alimentando mi delirante visión del mundo, era un joven demente con una locura culta sustentada por una filosofía autodidacta pero honesta conmigo mismo, casi un delincuente juvenil y sin embargo tenía la capacidad de apreciar a mi manera, el dramatismo de las esculturas de Giacometti o los delirios de Margritte, Giorgio de Chirico, Hyeronimus Bosch y Dalí. En lo que respecta a la música escuchaba a Hendrix, Janis Joplin, Black Sabbath, Jefferson Airplane, Iron Butterfly y otros grupos musicales de aquella fructífera época. No los escuchaba por diversión o entretener mis oídos, lo hacía para volar con ellos a cielos perturbadoramente desconocidos pero que me sabían deliciosos.Ya he dicho que abandoné mis estudios secundarios por un año, el año de mi iniciación en lo que denomino mi demencia pues fue cuando empezó la incubación de estos mundos extraños en mi subconsciente. Transcurrido ese lapso no era un crío más como los demás niños, yo era un viajero de tiempos y mundos que los demás tomarían como irreales, pero palpables en mi percepción. Estas convicciones me llevaron a retomar mis estudios en el turno de la noche de modo que no obstaculizaran mis travesías por esos cielos fantásticos que convivían conmigo y que no tenía intenciones de dejar a un lado.A partir de lo acontecido con mi hermano Carlos Miguel mi alma se vio alertada por una voz persistente que me repetía “Las niñas hacen daño y si te enamoras pueden matarte”. Claro que los dictados de nuestras hormonas son imperativos y mi humanidad no sería la excepción de la regla. Fui dejándome llevar por la atracción que una condiscípula ejercía sobre mí pero desde una posición defensiva “Ve con ella, busca su piel pero sólo eso o te hará daño”, bajo estas condiciones tuve mi primer romance.En casa estaban haciendo unas reparaciones en mi dormitorio y por tanto habían instalado momentáneamente mi cama en una habitación que servía de almacén de insumos para un centro de enseñanza de repostería que funcionó en nuestra vivienda por un tiempo y que “Mamá Panchita” administraba y dirigía. Fue entonces que llegó a casa una señora de veinte y seis años a fin de ayudar a mi madre con sus quehaceres.La joven, a quien llamaré “Emerita”, era una voluptuosa mujer de piel muy blanca y unas piernas divinas que apenas si las cubrían las diminutas y ajustadas minifaldas que solía usar.Una tarde en que me hallaba durmiendo la siesta fui despertado por el ruido que hicieron sus tacones al andar; medio somnoliento, la vi recostada sobre una enorme mesa que se hallaba justamente frente a mí, con el torso apoyado sobre el tablero tratando de coger insumos que no estaban muy al alcance de su mano; esta posición dejaba expuestos ante mis ojos sus hermosos muslos y parte de sus nalgas al desnudo. Estuvo largo rato moviendo de lugar bolsas y cajitas mientras yo seguía muy concentrado en los movimientos ondulantes cual danza ritual erótica que sus piernas y nalgas ejecutaban. Una vez conseguido lo que necesitaba, se irguió, se fue y yo me quedé con el regalo del recuerdo de aquella deliciosa visión. Para mi sorpresa, al día siguiente, como si se tratara de un guion, la escena volvió a repetirse. El ruido de los tacones anunciándome que el espectáculo estaba por comenzar: La faena de buscar, ordenar y rebuscar objetos, siempre tendida sobre la mesa y el seductor bamboleo de su magnifica anatomía para mi deleite visual. Era una cita no pactada con palabras a la que ambos asistíamos todas las tardes, yo como espectador y Emerita como la única protagonista de la obra.Cada día al oscurecer, salía de casa rumbo al colegio que también era parte de esa vorágine de vida con el acelerador a fondo, tocando la guitarra, inhalando bencina, fumando marihuana, bebiendo jarabes para los bronquios que contenían alcaloides e ingiriendo barbitúricos. Afortunadamente, era un joven que captaba rápidamente todo lo que escuchaba y veía, por lo cual no requería de mayor tiempo para estudiar, ni siquiera necesitaba releer los libros.Mi obsesión eran las piernas de Emerita pero me sentía incapaz de hablarle del asunto, la veía como una señora a quien ni por asomo debía faltarle el respeto. Recuerdo un día que fuimos a la playa con mis padres y Emerita, en un microbús propiedad de mi papá. Habíamos jugado largo rato en el mar; agotado regresé al vehículo para recostarme en uno de los asientos. Estaba allí, muy relajado, cuando veo a Emerita entrar al carro enfundada en su ropa de baño. Se arrodilló sobre la butaca que estaba frente a mí y dándome la espalda comenzó a buscar alguna cosa, exponiéndome su glorioso trasero. Armado de valor y guiado por la ansiedad, atiné a balbucear:-Emerita, no te pongas así.-¿Por qué, qué me vas a hacer? No eres más que un chiquillo- replicó sin inmutarse, cogió algo, me guiñó un ojo y se fue meneando las caderas. Me quedé rumiando mi cólera, reprochándome por no haber sabido seguirle la conversación.Estaba ensimismado en mi frustración cuando ella volvió a aparecer trayendo una botella y un vaso lleno de bebida gaseosa. Se sentó a mi lado y me invitó a beber del vaso pero me dijo que no tragara el líquido, que lo mantuviera en mi boca y a continuación me beso en los labios, bebiendo poco a poco el líquido que, obediente, yo había conservado sin digerirlo. Continuamos besándonos apasionadamente mientras mis manos recorrían y hurgaban todo lo que podía tocar de su piel, estaba henchido de euforia. Antes de retornar a casa, se sentó junto a mí para iniciarme en la vida sexual, brindándome placer manual. De allí en adelante me supe un hombre, al fin había estado efectivamente con una mujer y aunque mi iniciación no había sido completada, había gozado de lo que la piel de una mujer-hembra es capaz de prodigarnos a los varones.LA TENTACION DE EMERITANo desafíes la oscuridad de la noche, que en cuanto la negrura devora el día, los demonios la tachonan con huevecillos de color verde petróleo. Estos huevecillos se deslizan haciendo movimientos temblorosos y se meten por entre tus orejas y tus fosas nasales para incubarse en tus sesos mientras, rápidamente, engullen cuanta masa encefálica hallan a su alrededor. Cuando ya no hay restos de ello, los huevecillos, al presente gordos y muy activos, eclosionan e invaden tu bóveda cerebral apoderándose de tu voluntad y haciendo de ti un demonio más. Te digo esto por experiencia pues también yo fui un demonio pero esta espada que empuño hoy la usé para, de un certero tajo, abrir mi cráneo y vaciar todo resquicio demoniaco, remplazándolo por unos papiros que hablaban de un gran disconforme, de un demente mayor. Luego volví a unir las dos partes de mi cráneo y sellé mis heridas con esta cinta que me identifica como “El mensajero” ¡¡Vamos!! Comamos helados de un mismo cucurucho que aún falta mucho para que caiga la noche.https://omejiaarteycultura.art/2016/06/04/la-tentacion-de-emerita/
Como ya he explicado, en casa, “los tres restantes” habíamos adoptado la costumbre de no interferir en el contexto vital del otro si el cruce no era solicitado por el propietario del espacio. “Mamá Panchita” en su taller de repostería o en la cocina, “Papá Vicente” deambulando entre las habitaciones que había designado para atender a sus pacientes y nuestro hermoso patio-jardín que usaba a modo de sala de espera para quienes deseaban ser atendidos por él… y yo, voluntariamente enclaustrado en mi taller de escultura, atrapado por mis sueños y alucinaciones que se empeñaban tercamente en asomar al exterior. Tres lobos esteparios conviviendo bajo un mismo techo que se reunían sólo a la hora de alimentarse. Era en esos momentos en que, entre bocado y bocado, nos contábamos lo que teníamos necesidad de comunicar, luego cada cual volvía a su escueto mundo. De ninguna manera significa que hubiera carencia de afectos ¡Nooooo! Nos amábamos y mucho, sólo que aún no superábamos esa confusión que nos dejó la repentina pérdida de Carlos Miguel y al fin que cada uno decidió librar su lucha por separado contra lo que yo suelo llamar “sus propios demonios”. Quizás si los tres restantes hubiéramos juntado nuestra pena y dolor, estos hubieran sido más grandes y densos y por tanto más arduo de afrontar; entiendo que nuestro instinto de conservación nos dictó, al unísono, esa estrategia para cargar tan pesada cruz, cada quien en soledad y como mejor podía.Fue a los quince años que tuve contacto con la marihuana, droga que recién comenzaba a propagarse en Perú. Mi país pasaba por una etapa de oscurantismo impuesto por el gobierno militar del General Velasco Alvarado y nosotros, los jóvenes, éramos la generación a la que se le negó y/o tergiversó sistemáticamente cualquier información proveniente del exterior, especialmente si procedía de los EE.UU. Sin embargo, el consumo de la marihuana pasó esa barrera, aceptada exclusivamente por la juventud que, con la rebeldía innata de quien atraviesa por la espinosa fase de la adolescencia, buscaba en ella su propia identidad. Ahora lo veo como algo irracional pero que en aquel período se manifestaba como conveniente. En mi caso, era un portal que me volvía disímil al resto de la sociedad. Recuerdo que llevaba una tupida melena con largos rizos que me cubrían gran parte del pecho y la espalda y me vestía con ropas muy coloridas: pantalones con anchas rayas verticales y camisetas que, al desconocer el batik, ornamentaba con manchas al azar que conseguía aplicando lejía a la tela; adornaba mi cuello con coloreados collares y dijes diversos; “Un bicho raro” paseándose en un mundo convencional con gente que me señalaba sin entender mi excéntrico afán de ser diferente. Me agradaba la extrañeza y el desconcierto que provocaba en los que me observaban, pero si escuchaba un comentario en el que se me tildaba de “marica” por vestir de esa manera, sacaba a relucir mis dotes de buen peleador callejero. Al comienzo, la aparición de alienados como yo eran casos muy aislados mas en poco tiempo ya teníamos grupos de congregación y cada vez éramos más y más “extraterrestres” vistiendo ropas de colores estridentes y fumando marihuana.Estudié teoría musical y ejecución de guitarra en un instituto pues debía prepararme para postular al conservatorio, aunque para llegar a él tenía que tocar música clásica, algo que me desanimó; mi cabeza estaba atiborrada de ruidos que comulgaban más con la propuesta del bullente rock & roll. Fue por entonces que conocí a otro joven solitario que, en virtud de respetar su identidad, llamaré “Juanca”. Él no poseía estudios musicales, pero sí un oído prodigioso. Teníamos un amigo en común que me había hablado de él y sentí deseos de conocerlo. Fui a buscarlo, conversamos muy poco, fumamos varios “porros”- marihuana- y nos dimos a la tarea de improvisar; él tocaba las notas graves y yo, dando lo mejor de mí, inventaba sobre la marcha, riffs y punteos que él seguía como si hubiéramos tocado juntos toda una vida; ese día emprendimos lo que sería un gran romance musical que duraría poco más de treinta y cinco años. Jamás volví a tocar con otro bajista que no fuera Juanca.Aún tengo vívidas las imágenes de aquellas noches de fin de semana en que cada vez concurríamos más chicos de cabellos largos y niñas igual de rebeldes, a reunirnos en casa de Juanca, algunos recorriendo decenas de kilómetros para, en absoluta obscuridad, drogarnos, beber licor y componer interminables improvisaciones instrumentales que concebíamos con nuestras guitarras acústicas. Juanca era huérfano de padre y madre y eso nos permitía “fumar” para estimularnos y deleitarnos de nuestra música experimental, disfrutando hasta el hartazgo y en completa libertad o libertinaje, de nuestra compañía, permanente cofradía de “drogos” amantes de la música y la vida disipada. Unos a otros nos llamábamos con el mote de “loco”, título nobiliario que ostentábamos con orgullo pues ello dejaba ver que éramos diferentes al resto del mundo.https://omejiaarteycultura.art/2013/10/29/como-se-gesta-un-demente-novela-autobiografica/LOS GUARDIANES DEL LLANTOSomos "La Esperanza Desesperada”, no existe en nuestra memoria el estigma de la resignación. Alguien escribirá que anduvimos hacia un norte equivocado, pero nadie osará decir que pusimos brazo sobre brazo y nos confiamos a esperar la llegada de la Señora de la túnica, la que con su pestilente aliento se lleva amores, alegrías, nombres ilustres y recuerdos de buenos momentos ¡¡Nooooo!! Rasgaremos el vientre de la tierra y repartiremos dentelladas amenazadoras al viento… Mas cuando llegue el momento de volcarnos al foso, nuestra mirada estará quieta, serena y fija ante las cuencas vacías de esa enigmática y fúnebre presencia porque tanto tú, todo este puñado de locos y yo… ¡Somos "La Esperanza Desesperada"!
#12 Ah. En ese caso voy a ver ahora mismo las ilustraciones de los capítulos que ya he leído. ¡Gracias!
#12 Gracias a usted. Las ilustraciones son espectaculares y me parecen muy originales. Un fuerte abrazo.
#12 Por cierto, en Meneantes hemos publicado 2 artículos sobre la vida y obra usuarios de meneame que dibujan. Los dos tuvieron bastante éxito. Yo publiqué este: Meneantes dibujantes (introducción): J.Kraken yFranlloirrain publicó este otro: Meneantes dibujantes I: DÉSIDA . Ambos fueron del gusto de los meneantes y llegaron a la portada general llegando a miles de lectores. Así que le animo a que publique un tercer artículo con algunas de sus obras como ilustrador y dibujante en Meneantes . Si quiere hacerlo y tiene alguna duda, pregúnteme y estaré encantado de ayudarle. Por seguir con el mismo formato en los títulos, podría titularse Meneantes dibujantes Ii: Oswaldo Mejía
#12 Bueno, ya son 3 artículos sobre meneantes dibujantes porque acabo de publicar el tercero: Meneantes dibujantes II: Antonio
Había cumplido doce años cuando ocurrió lo que a continuación voy a narrar. Perdonen el desorden cronológico, pero es que mi interés está más focalizado en el orden psicológico y emotivo.Estudiaba en un gran colegio de educación secundaria, el más importante de esa época en mi comunidad, el G.U.E. “Carlos Wiesse” cuando un día cualquiera, a la hora del recreo, tuve una riña con un condiscípulo. Yo llevaba las de ganar por lo que mi contendor, cobardemente, me clavó el lapicero en la mejilla atravesando mis carnes hasta el extremo de tocar mi dentadura. Casi no sentí dolor, fue mayor la sorpresa; esa traidora acción me llenó de una ira desmedida que aún con el lapicero clavado en mi cara, arremetí contra mi atacante de una manera tan despiadada que terminé rompiéndole la camisa y destrozándole su maletín lo que me valió la expulsión del colegio. Mi padre, luego de darme una severa golpiza como se acostumbraba por aquellos tiempos, tuvo que llevarme a un colegio particular donde aceptaban a todos los expulsados e indeseables de los colegios de la zona.En aquel centro de educación yo era uno de los de menor edad y aunque mi hermano Carlos Miguel también estudiaba en el mismo colegio, pero en otra aula, pudiendo defenderme de cualquier agresión de mis camaradas de mayor edad, fui marcando mi territorio presencial a fuerza de golpes. Después de ello hubo lugar y tiempo para hacer buenos amigos y compañeros - ya nadie osaba atacarme-. Para entonces éramos como una familia o mejor dicho una manada, siendo yo uno de los Alfa; mis camaradas me apreciaban y respetaban porque pese a que era muy fuerte, nunca fui abusivo y protegía a mis amigos. Comencé siendo un líder juvenil, no era un jefe, los jefes se imponen por la fuerza, por el temor que infunden, por dinero o por otras atribuciones, pero un líder se determina por su esencia, por su carisma, porque infunde respeto… y yo tenía esas innatas cualidades.En el colegio, los alumnos de los cursos superiores, habían descubierto que inhalar bencina producía efectos alucinógenos en quienes la aspiraban, su consumo casi se había generalizado entre los estudiantes. Una mañana mi grupo decidió no entrar al colegio para experimentar con este hallazgo de los más grandes. Así fue que nos internamos entre un inmenso sembrío de maíz- la zona en que vivíamos era agrícola y también urbana-.Al llegar al centro del maizal tumbamos varios tallos de maíz y nos acostamos sobre ellos, empapamos unas telas con la bencina y comenzamos a aspirar. Lo primer que sentí fue enervamiento y el aumento de mi temperatura corporal. En ese preciso instante todos estábamos bajo tierra y el suelo era lo más parecido a una alfombra sobre nuestras cabezas. Levanté la supuesta alfombra con mi mano y me asomé para ver el exterior. Afuera había un gigantesco “tumi”, un cuchillo ceremonial pre-inca con el rostro de un Dios de nombre Ñam-Lap que ostenta un tocado en forma de media luna y unas argollas colgando de las orejas. El gigantesco “tumi” estaba clavado en la tierra mientras dos aves a motor jugueteaban volando y atravesando los aretes del “tumi”. Al momento de voltearme para decirles a mis camaradas lo que veía, me di cuenta que ninguno de ellos tenía rostro y sobre sus hombros llevaban unos anillos dentados muy parecidos a engranajes. Sentí pánico por lo que estaba observando, inmediatamente me toqué el rostro y comprendí que yo también tenía un engranaje en lugar de cabeza. Cerré los ojos y cuando los volví a abrir estaba parado en un espacio tan reducido que apenas si cabían mis pies. De repente, el piso comenzó a moverse amenazando con hacerme perder el equilibrio y caer al vacío. Al momento descubrí que estaba parado en la punta de una varita de madera que era empuñada por una mujer y un hombre de rasgos indígenas vestidos a la usanza de la zona andina de Perú. Este par movía la varilla creándome un constante tambaleo mientras reían y entonaban un estribillo que decía “Utpen itjum, utpen itjum, utpen itjum, utpen itjum” Al momento de retornar al mundo llamado REALIDAD, un fuerte olor a DDT reinaba en el ambiente y pude ver que mis camaradas y yo estábamos completamente cubiertos por puntitos blancos. Durante nuestra alucinante experiencia unos aviones habían fumigado el maizal. Desperté a todos; nos sacudimos el DDT y salimos velozmente de la zona. No sé qué visiones habrán tenido ellos pero creo que ninguno volvió a ser el mismo que fue esa mañana al entrar al maizal.Si has llegado hasta aquí, quizás te interese el obsequio de un ejemplar PDF. de esta novela...https://omejiaarteycultura.art/2013/10/29/como-se-gesta-un-demente-novela-autobiografica/
#6 Gracias por todo. Y ya esta en vuestro correo el ejemplar PDF. Un abrazo.
#7 OK. Amigo. Ah. Cuando puedas revisa tu correo. Te deje un mensaje.
#9 Estoy viendo que no me llegan las notificaciones ni de las menciones ni de las respuestas a mis comentarios. Si ve que no le respondo es porque no me están llegando las notificaciones. Sí, gracias ya recibí el mail y el pdf y me lo he guardado en el ordenador. De momento estoy leyendo las entregas de la novela por aquí, en meneame. La de hoy de la bencina me ha gustado mucho.
#12 Ah. En ese caso voy a ver ahora mismo las ilustraciones de los capítulos que ya he leído. ¡Gracias!
#12 Gracias a usted. Las ilustraciones son espectaculares y me parecen muy originales. Un fuerte abrazo.
#12 Por cierto, en Meneantes hemos publicado 2 artículos sobre la vida y obra usuarios de meneame que dibujan. Los dos tuvieron bastante éxito. Yo publiqué este: Meneantes dibujantes (introducción): J.Kraken yFranlloirrain publicó este otro: Meneantes dibujantes I: DÉSIDA . Ambos fueron del gusto de los meneantes y llegaron a la portada general llegando a miles de lectores. Así que le animo a que publique un tercer artículo con algunas de sus obras como ilustrador y dibujante en Meneantes . Si quiere hacerlo y tiene alguna duda, pregúnteme y estaré encantado de ayudarle. Por seguir con el mismo formato en los títulos, podría titularse Meneantes dibujantes Ii: Oswaldo Mejía
#12 Bueno, ya son 3 artículos sobre meneantes dibujantes porque acabo de publicar el tercero: Meneantes dibujantes II: Antonio
#4 Gracias por responder. Entonces puedo poner un enlace al final del articulo, y los detalles de la oferta en mi blog?? Por favor dime si o no...No deseo contrariar a nadie. Un abrazo.
#5 Yo te diría que probases la manera que sugiere #4. Yo diría que eso es más autobombo que spam. El autobombo teóricamente si está permitido. Pero al final, aparte de las opiniones de los usuarios y de los@admin cada usuario vota negativo si lo estima conveniente. Con razón o sin ella. Hay auténticas guerras de negativos por venganza entre algunos usuarios.
#9 Estoy viendo que no me llegan las notificaciones ni de las menciones ni de las respuestas a mis comentarios. Si ve que no le respondo es porque no me están llegando las notificaciones. Sí, gracias ya recibí el mail y el pdf y me lo he guardado en el ordenador. De momento estoy leyendo las entregas de la novela por aquí, en meneame. La de hoy de la bencina me ha gustado mucho.
#12 Ah. En ese caso voy a ver ahora mismo las ilustraciones de los capítulos que ya he leído. ¡Gracias!
#12 Gracias a usted. Las ilustraciones son espectaculares y me parecen muy originales. Un fuerte abrazo.
#12 Por cierto, en Meneantes hemos publicado 2 artículos sobre la vida y obra usuarios de meneame que dibujan. Los dos tuvieron bastante éxito. Yo publiqué este: Meneantes dibujantes (introducción): J.Kraken yFranlloirrain publicó este otro: Meneantes dibujantes I: DÉSIDA . Ambos fueron del gusto de los meneantes y llegaron a la portada general llegando a miles de lectores. Así que le animo a que publique un tercer artículo con algunas de sus obras como ilustrador y dibujante en Meneantes . Si quiere hacerlo y tiene alguna duda, pregúnteme y estaré encantado de ayudarle. Por seguir con el mismo formato en los títulos, podría titularse Meneantes dibujantes Ii: Oswaldo Mejía
#12 Bueno, ya son 3 artículos sobre meneantes dibujantes porque acabo de publicar el tercero: Meneantes dibujantes II: Antonio
Llegué a concluir una serie de once esculturas de estos personajes de yeso, alargados, solitarios, meditabundos y provistos de largos penes; a todos ellos los pinté en color caoba. Metí dos de mis modelos en unas cajas y con ellos fui a una galería casi desconocida de nombre “Equus”. Cuando llegue vi que había una exposición colectiva permanente y entre las obras que allí se exponían había unas cabezas de corcel en bronce cuya autora era Cristina Gálvez, una reconocida escultora peruana. Me topé con aquellas esculturas y todos mis bríos se derrumbaron, sentía que no debía siquiera mostrar mis trabajos. Había tomado la decisión de irme sin enseñar nada cuando fui abordado por un tipo de modales afeminados que luego de saludarme con mucha amabilidad me preguntó si era estudiante de arte. Yo le respondí que no era estudiante pero que hacía esculturas. Él siguió la conversación indagándome sobre el tipo de esculturas que creaba y luego de “pulirme” describiendo lo que hacía, opté por mostrarle tímidamente las que tenía dentro de mis cajas ¡Oh, sorpresa! El tipo afeminado era el dueño de la galería y me manifestó su agrado por mis esculturas. Me dijo: “Pero eres un crío ¿Cómo es que se te ocurre hacer todas estas cosas? ¿Quieres venderlas?” Temblando y balbuceando, le confesé que mi intención era demostrarles a mis padres que yo era un creador y que estaba seguro de haber nacido para cumplir ese rol. Aún estoy convencido de que lo que le impulsó a actuar como lo hizo fue mi estúpido rostro de niño asustado, creo que le inspiré una mezcla de lástima y simpatía paternal o quizás maternal pues, como dije, era afeminado. Me las cotizó en algo más de quinientos soles de esos tiempos y me pidió dejarlas en exposición. Cuando llegué a casa estaba lleno de una euforia que había arrastrado todo el camino de regreso mas al llegar la alegría era casi incontrolable. “Papá Vicente” estaba recostado en su perezosa, en un rincón de nuestro hermoso jardín. Cuando me vio, tal era mi expresión de extrema satisfacción que aun desconociendo la causa de mi optimismo, sin levantarse de su perezosa abrió los brazos haciéndome una muda invitación a fundirnos en un cariñoso abrazo. Casi entre sollozos le dije: -¿Sabes que esas tonterías que hago con los fierritos y el yeso me las cotizaron en más de quinientos soles y que ahora están en exposición en una galería de arte?Aquí tratare de dar mi interpretación metafísica personal respecto a las oportunidades que la vida nos puede brindar: Los planes de “El Gran Hacedor” siempre están allí, sobre nosotros, sobre todos, sin embargo sólo a quienes Dios dota de la antena indicada para captar la frecuencia de estas oportunidades, les está permitido el acceso a ellas. Para los demás, para los no escogidos para llevar a cabo estos roles, esas frecuencias son inaccesibles y aunque estén delante de sus narices no las percibirán jamás; sólo sucederá si “El Gran Hacedor” decide que eres el indicado para llevar acabo esos propósitos, será entonces que moverá de entre su inmensa legión de ángeles involuntarios, los que deban facilitarte lo que precises para llevar a cabo la misión que Él te ha encomendado.Sin embargo, aun cuando la escultura me permitía expresarme, no llegaba a colmarme. En mi mundo interior pululaban ruidos y sonidos que pugnaban por salir de mi fértil subconsciente y que la escultura no me permitía reproducir para dar a conocer a “los de afuera”. La alternativa sería la guitarra; si Hendrix la había hecho hablar y él era humano, entonces ello era posible, simplemente debía conectarme a su frecuencia.Me urgía aprender a tocar la guitarra para exteriorizar los murmullos de mi alma. Un día fui a visitar a un primo y lo primero que hallé al cruzar la entrada de su casa, fue una vieja guitarra con clavijas de madera que luego de afinar las cuerdas debían asegurarse presionándolas contra el cabezal que remataba el mástil. La guitarra era un desastre pero a mi me encantó porque tenía la forma de una guitarra eléctrica.- Primo ¿Y de quién es esto?- Pregunté.- Un primo que vino del norte la trajo y la dejó hace más de dos años. Aquí estorba, así que la botaremos a la basura.Yo estaba necesitando una guitarra para culminar la gestación de los ruidos que se embrionaron en mi subconsciente y en ese preciso instante tenía en mis manos la herramienta que me permitiría parirlos. Mi primo había sido el ángel involuntario (ya que él no se lo propuso) designado para facilitarme el instrumento a través del cual se conectaría mi alma con el mundo exterior por casi cuarenta años terrestres.O. Mejìa, Arte y Cultura
#1 Buen día Amigo@JohnnyQuest. El amigoJ.Kraken, Administrador de este espacio, me indicó que es Ud. el más enterado de las reglas que rigen MENEAME. Por ello me dirijo a su persona (Mi consulta): Mi editora decidió obsequiar un ejemplar en versión PDF. de mi libro COMO SE GESTA UN DEMENTE, a quienes se suscriban a mi blog ¿Es posible que yo coloque este ofrecimiento al final de los capítulos que periodicamente publico? Igual, sea cual fuere su respuesta, me encantaría hacerles llegar un ejemplar a Usted y al amigoJ.Kraken, si me facilitan un correo. Este es el mío. omejiachumpitaz@yahoo.es Gracias por su atención. Un abrazo.
#3J.Kraken me tiene en demasiada estima. En todo caso, el usuarioDerfflinger no tuvo problemas al enlazar su web en cada artículo que mandó:
derfflinger
Lo sé porque en su momento a mí me pareció un abuso usar los artículos para engordar el tráfico de su proyecto personal. Siendo él el autor, no se encontró problema alguno. Quizás si la oferta de suscripción se encuentra una vez entrado en tu blog a través del enlace que dispongas, en vez de en los artículos, los@admin se vean inclinados a tratar este caso de la misma manera. Pero sinceramente ¿Quién conoce los caminos del administrador?
QuizásThorin oCharles_Dexter_Ward nos puedan aclarar algo.
#5 Yo te diría que probases la manera que sugiere #4. Yo diría que eso es más autobombo que spam. El autobombo teóricamente si está permitido. Pero al final, aparte de las opiniones de los usuarios y de los@admin cada usuario vota negativo si lo estima conveniente. Con razón o sin ella. Hay auténticas guerras de negativos por venganza entre algunos usuarios.
#9 Estoy viendo que no me llegan las notificaciones ni de las menciones ni de las respuestas a mis comentarios. Si ve que no le respondo es porque no me están llegando las notificaciones. Sí, gracias ya recibí el mail y el pdf y me lo he guardado en el ordenador. De momento estoy leyendo las entregas de la novela por aquí, en meneame. La de hoy de la bencina me ha gustado mucho.
#12 Ah. En ese caso voy a ver ahora mismo las ilustraciones de los capítulos que ya he leído. ¡Gracias!
#12 Gracias a usted. Las ilustraciones son espectaculares y me parecen muy originales. Un fuerte abrazo.
#12 Por cierto, en Meneantes hemos publicado 2 artículos sobre la vida y obra usuarios de meneame que dibujan. Los dos tuvieron bastante éxito. Yo publiqué este: Meneantes dibujantes (introducción): J.Kraken yFranlloirrain publicó este otro: Meneantes dibujantes I: DÉSIDA . Ambos fueron del gusto de los meneantes y llegaron a la portada general llegando a miles de lectores. Así que le animo a que publique un tercer artículo con algunas de sus obras como ilustrador y dibujante en Meneantes . Si quiere hacerlo y tiene alguna duda, pregúnteme y estaré encantado de ayudarle. Por seguir con el mismo formato en los títulos, podría titularse Meneantes dibujantes Ii: Oswaldo Mejía
#12 Bueno, ya son 3 artículos sobre meneantes dibujantes porque acabo de publicar el tercero: Meneantes dibujantes II: Antonio
#3 Hola amigo. Yo administro la comunidad de Meneantes pero soy un usuario más de meneame.net . La persona que más conoce las complejidades de meneame, para mí es@Ergo. Como las menciones no funcionan a veces correctamente en los comentarios, ahora le pongo un mensaje privado a ver que opina él sobre su duda. En mi opinión algunos usuarios podrían ver esto como una acción comercial o promocional dentro de un artículo y votar spam. Pero si lo hace como comenta #4 quizá los usuarios no voten negativo. Pero al final votar negativo es una decisión de cada usuario. Estaré encantado de recibir el ejemplar de la biografía. Muchas gracias. En unos minutos le escribo un correo y si quiere hablamos de viva voz porque ando escribiendo en un tablet y la comunicación sería más fluida. Un cordial saludo transatlántico.
#6 Gracias por tus palabrasJ.Kraken pero soy un usuario friki más
Respecto a la forma de publicar contenidos en la sección de Artículos como altavoz del propio autor (autobombo) creo y pienso que no está mal visto si se hace adecuadamente: recordemos que Menéame nació para dar visibilidad a toda la comunidad blogger y sus orígenes no se han de olvidar:
- Siempre se ha puesto al final de un meneo el "Visto en....." o "Vía ........." así que en un artículo se podría decir que con más razón, es decir, al final del artículo, puede el autor incluir que el contenido original ha sido publicado en tal blog....... e incluso adjuntar como haceomejia, su banner personalizado, donde puede incluir un texto explícito, por ejemplo:
"Si te ha gustado mi artículo, ¡no olvides menearlo y suscribirte a mi blog!"
y en dicho banner se incluye la URL al blog para suscribirse y en el blog se incluye la URL al artículo de menéame para que lo meneen.
Igual estoy equivocado, pero creo que puede ser una buena forma para apoyar contenido de calidad blogger.
#1 Gracias por leer y comentar. Disculpa si hallas deficiencias gramaticales, pero es que mi galopante ceguera y mis multiples discapacidades son un problema para transcribir el libro. Un abrazo.
La incapacidad de sentir“amor de pareja”fue otra secuela que me dejóla temprana pérdida de mi hermano Carlos Miguel, pasé mi juventudimposibilitado de enamorarme. Mi vida transcurría reparando en mis amigosilusionados, pletóricos de sueños con ese sentimiento que ellos definían comosublime y que yo conceptuaba como una simple banalidad, una mezcla de deseosexual y egoísmo extremo; eso era el amor para mi. Hurgué mucho en el temadesde mi posición de simple espectador basándome en mi obsesivo análisis delcomportamiento humano. Solía repetirme a mi mismo: Si el amor es querer lomejor para el ser amado ¿Por qué muchas veces, un enamorado, aún a sabiendasde que él no es ni por asomo lo mejor para el ser que dice amar, persiste en lograrpara sí al objeto de su amor? Recalcando además “Si no es mía no será de nadie”.Muchos serán los que refuten esta convicción mía pero les diré que no es motivopara rasgarse las vestiduras. Mi convicción partía desde las elucubraciones de unjovencito indocto que profanaba terrenos de la filosofía, empujado sin más que elímpetu propio de mi adolescencia puesta en medio de la calle, en la efervescentedécada de los‘70. Lógicamente tuve muchas relaciones amatorias pero todas ellascarentes de ese sentimiento que la mayoría define como amor. Hubo simpatía,agradecimiento y atracción sexual… pero sólo eso.Como muchos jóvenes de mi época fui rápidamente absorbido por lacontracultura, el hipismo y el rock & roll, fui amamantado por todos esos contrastes.Como se decía en aquellos tiempos, “quemaba cerebro” buscando explicacionesextrañas a lo más simple y simpleza en las cosas más extrañas y la marihuana erauna excelente cómplice para divagar entre tantos novedosos estímulos.Tengo grabado en mi memoria un día que fui a una gran tienda de discos yrevisando entre las carátulas de los vinilos hallé una que tenía el rostro de unmoreno empuñando en sus manos una guitarra eléctrica; en la tapa, el nombre:Jimi Hendrix. Era el álbum“Bandadegitanos”. Esa colorida carátula me impactótanto que invadido por una desmedida curiosidad pedí el disco y fui a escucharlo auna de las cabinas de prueba. Cuando empezó a sonar la música, esta me cautivóy al escuchar los primeros acordes de la guitarra no me quedó duda de que estabaante un ser de otro planeta ¿Cómo podía ser que alguien terrenal pudiera arrancaresos sonidos a una guitarra? Me sentí transportado a lugares insólitos y claramentepude oír que la guitarra me hablaba, me narraba historias fantásticas valiéndosede un lenguaje desconocido pero que me resultaba fácil de entender. Al abandonarla cabina aún estaba en trance, me costaba ubicarme en la realidad, a duras penasatiné a pagar el monto y salí a la calle sintiéndome un iniciado que llevaba en lasmanos el estigma de ser“un diferente”.Mi alma y mi desordenada mente siempre estuvieron embarazadas de visionese historias fantásticas, surreales y retorcidas que con un lenguaje convencional mehubiera sido imposible narrar a los demás, a quienes siempre llamé“los de afuera”.Sin embargo tenía la imperiosa necesidad de contar lo que en mi interior sucedía.Por entonces había pasado la etapa de mi adiestramiento de copiar y plasmara través del dibujo en papel cuanta figura veía a mí alrededor, cada imagen quedibujaba iba tornándose cada vez más irreal y onírica. No entendía por qué perome agradaba la nueva estética plástica que mis manos parían; esa transición delo figurativo a lo surreal fue sistemática, invasiva y hasta subliminal si se quiere.No me di cuenta en qué momento fue que mi visión plástica se tornó surreal,sólo sé que había logrado un idioma con el cual expresarme y exteriorizar misubconsciente.Inicialmente,mi interés plástico estuvo centrado en la forma, desdeñando elcolor. Esto me llevó a incursionar en la escultura desde la técnica del modelado demanera autodidacta. Dibujaba bocetos, soldaba estructurasde metal y las recubríacon yeso cerámico, creando unos personajes extremadamente delgaduchos yalargados, provistos de larguísimos penes.Todos mis personajes tenían actitudes y poses pensativas pero cargadas de unaatmósfera de profunda desolación. Era lógico,en casa,“los tres restantes” éramoscomo lobos esteparios, vivíamos bajo el mismo techo pero jamás invadíamos elespacio del otro. Papá Vicente con sus pacientes, mamá Panchita con su reposteríay yo con mis demonios en mi taller, cada uno tragándose su soledad con suspropios dientes en una enorme casa de tres pisos con una dimensión de doscientoscincuenta metros cuadrados, con habitaciones a las que nunca ingresábamos niocupábamos jamás. Papá Vicente la diseñó así para que cuando Carlos Miguel yyo fuéramos adultos, tuviéramos unpiso que ocupar pero ahora tanto espacionos pesaba como una maldición.O. Mejìa, Arte y Cultura
Vino desde allí y va hacia allá… La sombra que proyecta sobre el piso jamás se borra, A su paso va dejando cicatrices en la mente de quien la mira........
#17 Luego intentarè publicar. Si se ponen quisquillosos aborto la idea, y no perdemos nada. Cuidense mucho. Abrazo enorme.
#3 Las tildes al revès son producto de mi teclado que vino configurado asì. Nada personal.
#6 Ah, ok. 👌
#1 Asì es amigo. Por ello, en el articulo recalco que la MENTIRA es la acciòn y el ENGAÑO es la intenciòn. Gracias por venir.
#11 Ok. Amigo. En el PDF. cada capítulo lleva una prosa y una ilustración surrealista alusiva al tema del que trata el capítulo. Igual deseo enviarle un PDF. JohnnyQuest, pero no tengo su correo. Gracias a ambos por sus atenciones, y por entender que lo mío solo es compartir mi arte. Un abrazo.